Capítulo 46

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...Mi madre me echo a golpes de la casa, me dijo que no me quería ahí a menos que estuviera mi hermana y que no podía decirle nada a mi padre o lo convencería de que fui yo quien metió a Raúl a mi cama —le relato a Linda como me encontró Sebastian esta madrugada—. Primero fui al departamento de Sara, pero ella no estaba y el conserje me corrió amenazándome con llamar a la policía. Les marqué a su cel a mis tres amigos y ninguno respondió, así que fui a Coney Island. Pero no llegué al muelle, me derrumbé antes frente al mar, supongo que Sebastian ya estaba ahí. Él antes me había contado que le gustaba ir ahí para pensar —le cuento con la cabeza baja—. No sé cuánto tiempo pasó, pero él me encontró ahí llorando y golpeada. Yo no quería que me viera así, yo no quería que supiera lo que me pasó, pero por casualidad coincidimos y me trajo para acá. Pero solo porque quiere ayudarme, por lástima, no lo sé.

—Yo no lo creo —expresa Linda.

—¿Qué? —Por fin levanto mi vista y la miro con curiosidad.

—No creo en las casualidades —asegura ella—. Mila, yo creo que inconscientemente, los dos tenían la esperanza de encontrarse ahí y dudo mucho que él te ayude por lástima. Ese chico de verdad te ama. Es muy joven, más sin embargo ha demostrado ser maduro y de decisiones firmes o eso me parece. Creo que ustedes están más conectados de lo que ustedes mismos piensan —afirma.

—¿De verdad lo cree?

—Sí, realmente tienen poco tiempo de ser pareja y ya han vivido tanto juntos.

—Yo creía lo mismo, creía que estábamos conectados como usted dice. Que por eso nos reencontramos, que por eso no pudimos olvidarnos el uno del otro, pero también son tantas cosas las que nos separan y eso me hace perder la fe en lo nuestro.

—¿Sabes Mila? Me gusta oírte hablar de fe. Cuando lo haces me demuestras que en el fondo y aunque tú no lo veas, tienes esperanzas en que todo mejorará.

—Por supuesto, quien en mi lugar no quisiera que todo mejorara. Pero a veces es más fuerte mi deseo de rendirme, que el de creer que puedo con todo esto.

—Hasta ahora no te has rendido, hasta ahora has podido con todo.

—Anoche estuve a punto de rendirme.

—¿Qué te detuvo?

—Mi hermanita. No puedo dejarla sola, no con Raúl tan cerca de ella.

—Pensé que ya te habías convencido de que ella no era víctima de abuso.

—No puedo confiarme en que eso no cambiará cuando yo no esté o cuando ella sea más grande.

—Bueno al menos tienes un motivo para no rendirte. El amor que le tienes a tu hermana, el querer cuidar que ella.

—A veces creo que solo la uso de pretexto, porque soy tan cobarde hasta para rendirme.

—Creo que también tienes razón, se necesita valor para quitarse la vida, pero se necesita mucho más valor para enfrentar la vida como viene. —Vuelvo a levantar la vista, me desconcierta lo que dice.

—¿Qué quiere decir?

—La verdad no es lo que yo quiero decir, si no lo que tú quieras entender. ¿Qué entendiste?

—¿Qué soy valiente porque no me he rendido? Eso entendí, pero no lo creo. Creo que soy cobarde por no tener el valor de quitarme la vida.

—Acabas de decirme que es el dejar a tu hermanita lo que te lo impide.

—También acabo de decirle que a veces creo que solo es un pretexto para no hacerlo.

—¿De verdad no te importaría dejar a tu hermana sola a merced de tu madre y su amante?

Mila, Mi Pequeña Bailarina  #PNovelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora