Decido ir a buscar a Sebastian, tenemos que hablar esto no puede quedarse así. Su apartamento no es muy lejos, así decido ir caminado, pero hacerlo en tacones lo hace realmente una tortura. Cuando entro a su edificio, me quito las zapatillas y decido subir las escaleras descalza. Toco a su puerta pero no me abre, sé que esta ahí, se ve luz y la música de Love Song de Adele suena a todo volumen. Insisto de nuevo.
—Sebastian, por favor ábreme —suplico.
Segundos después él abre la puerta y luce derrotado, ya no lleva el saco y el nudo de la corbata esta suelto, y tiene un vaso con líquido ámbar en la mano. Su departamento esta alumbrado por decenas de velas y pétalos de rosas rojas. La mesa esta puesta muy elegantemente, con candelabros y flores. Lo miro todo sorprendida, él me tenía preparada una cena romántica y yo lo dejé plantado.
—¿Puedo pasar? —pregunto.
No responde, pero me indica con la mano que pase evidenciando sarcasmo en su amabilidad.
—Perdóname, nunca debí aceptar ir a la recepción... —Apenas doy dos pasos dentro, él me interrumpe.
—¿Sabes Mila? —dice con tono mordaz—. Desde que te vi en ese vestido morí de celos, sabia que los hombres no te quitarían la vista de encima y no me equivoqué —continúa mirándome con desaprobación —. Te paseaste por todo el salón provocándolos, todos te comían con la mirada y yo tuve que aguantarme viendo como todos intentaban tocarte, como te echaban miradas lascivas, como te abrazaban y tú. ¡Tú se los permitiste! —dice resaltando y subiendo la voz en la última frase.
Irremediablemente me rompe el corazón y siento que me golpean en el estómago dejándome sin aire. Súbitamente, lágrimas brotan de mis ojos. Duele tanto lo que me dice que ni si quiera lo miro, tengo la mirada baja, me avergüenza saber que provoco a los hombres; me siento sucia.
Doy media vuelta y camino hacia la puerta.
—Lo siento, no era mi intención hacerlo, nunca lo ha sido —digo en un susurro.
Sebastian me observa sin entender lo que digo.
—¿Qué? Mila... Mi... —titubea —. ¡Mila espera!
No me detengo, bajo las escaleras corriendo, salgo a la calle y miro a ambos lados sin saber adonde ir. Las lágrimas no dejan de salir y el cúmulo de sentimientos provocan un enorme nudo en mi garganta doliendo al respirar. Camino descalza con las zapatillas en la mano, poco después las suelto y las dejo tiradas en la calle. Apenas llego a la esquina, no puedo contenerme más, me recargo en la pared, cubro mi rostro con ambas manos y lloró amargamente. Me siento en la banqueta, seguramente el vestido se arruinará, pero no me importa, de todas formas pensaba tirarlo a la basura.
—¡¿Dios que hecho?! —digo en voz alta.
Ni siquiera entiendo que fue lo que hice para merecer su desprecio, para merecer todo lo que me ha pasado. Cubro mi rostro y lloro sin control, sacudiéndome por los sollozos. Segundos después, Sebastian está frente a mí y me toma de las manos.
—¿Mila? —me habla con voz suave, mientras retira mi cabello de la cara.
No lo miro, no puedo.
—Perdóname pequeña, me porté como un idiota —suplica—. ¡Dios Mila! ¿Qué te he hecho? —dice tomando mi rostro en sus manos y limpiando mis lágrimas con sus pulgares.
—Perdóname tú a mí, yo no te merezco —chillo cubriendo mi rostro.
—No, no, no Mila, no digas eso. Soy yo quien no te merece. Perdóname por favor, los celos me volvieron loco y me hicieron decir estupideces. —Sebastian me pide perdón pero no puedo parar de llorar, por fin alguien me echa la verdad en la cara, por fin alguien me confirma lo que ya sabia. Yo tuve la culpa de lo que Fabienne me hizo, yo lo provoqué y hoy más que nunca me siento una basura, una cualquiera, me doy asco yo misma.
De pronto fuertes arcadas me hacen hincarme e ir a vomitar en la calle.
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Mila, Mi Pequeña Bailarina #PNovel
Teen FictionSINOPSIS: El ballet es mi redención, donde encuentro la calma que me ayuda a sobrellevar todo aquello que atormenta mi vida. Dicen que soy la mejor, y he luchado para que así sea; el cuento de hadas, solo vive en el escenario, cuando me levanto sobr...