6

70 9 0
                                    

La misma pareja que había visto antes en mis sueños descansaba entre las sabanas. La luz del sol se colaba por la ventana y la brisa movía las cortinas en un lento baile.

Él estiro el brazo bajo la cama y tomo una caja laqueada. Se la dio a la joven tendida a su lado. Ella miro la caja y la giro por todos lados.

—ábrela —ella obedeció y su boca formo una ¨O¨—¿te gusta?

Ella giro el broche, la luz del sol lo hacía soltar destellos hermosos.

—es hermoso.

—lo será cuando lo uses para mí. —Ella le mostro la más brillante de las sonrisas y se sujeto el cabello para el —ahora luce perfecto. ¿Sabes porque te lo doy?

—sí, ¿será pronto?

—lo hare la siguiente luna —él la amaba, se veía en su mirada —primero necesito el hechizo, sin el no podremos estar en paz.

—lo siento.

El la beso profundamente.

—no lo sientas, mi dulce amor, yo lo arreglare —toco sus labios una vez mas y le hablo entre besos —por ti hare lo que sea.

Ella había molestado a una hechicera y ella en venganza convenció a su aquelarre en negarles cualquier ayuda.

—¿y si ellas no lo hacen?

—lo harán, —dijo convencido —deja de pensar en eso, yo lo soluciono.

A mi lado Bianca se estiro perezosamente. Me frote los ojos y le sonreí, ella parecía sorprendida al principio luego se relajo a mi lado.

—buenos días.

—buenos días, ¿tienes hambre? —salí de la cama y me estire desperezándome —puedo pedir cualquier cosa.

—huevos y pan estaría bien.

—huevos y pan, entonces. Ahí está el baño, puedes usarlo mientras pido el desayuno.

La puerta se abrió antes de que tocara, Alfredo se movía nervioso.

—¿Qué pasa?

—el señor volvió,

—tan pronto —mire la puerta cerrada del baño —¿eso es malo?

—de pende, él señor se la dio para que comiera y si la ve aun aquí... no estará muy contento.

—yo me encargo de él Alfredo, gracias y tráeme huevos y pan.

El sonrió y se fue.

—¿estoy en problemas?

La voz de Bianca era baja, tímida e insegura.

—no creo que tú estés en problemas, por otra parte yo soy un cuento totalmente distinto. —ella no rió de mi broma —no creo que sea un problema que vivas aquí, conmigo. —le di un dulce y pequeño beso en los labios —ve y toma un baño el desayuno estará aquí cuando termines.

Ella sonrío y se fue.

La puerta se abrió despacio y en silencio. La voz de Greg se filtro en la habitación antes de que mis ojos puedan verlo.

—me dijeron que no te gusto mi regalo —Greg avanzo lentamente hacia mí, asechándome —¿Cómo debo tomarme eso?

No me moví, sus ojos eran dos posos negros. Greg estaba furioso.

—¿no me vas a hablar? —chasqueo la lengua —sabes que me molesta cuando hago una pregunta y no me contestan.

—¿Por qué estas molesto?, tú me la diste, pensé que podía hacer lo que quisiera...

—tienes razón en una cosa, te la di pero para que comieras no para que jugaras —acaricio mi mejilla con sus nudillos y siguió hasta mi cuello, apretó —ahora dime ¿Dónde está?

La sangre se me helo.

—¿Por qué quieres saber? ¿Qué más da donde este? —lo empuje o trate de hacerlo. —ya no está aquí.

Le dije lo primero que se me ocurrió, pero él no se lo creyó. La verdad con su mano en mi cuello no se me ocurrió nada mejor.

—sé que está aquí —Greg no me soltó, me apretó mas —¿Qué se supone que haces con ella?

—es mía, que importa lo que hago con ella.

—a mi me importa, yo te la di para que comieras —me empujo a la cama y grito —¡¿me oyes?! —se acerco a la puerta del baño y giro el pomo, rio cuando se dio cuenta que estaba cerrado —¿crees que una puerta cerrada me detendrá?

—déjala en paz.

—tú no te muevas de ahí.

Pero no lo oí.

—basta —lo jale por el brazo —la asustas, me asustas.

Él se detuvo y me tomo por los brazos arrojándome a la cama una vez más.

—¿te asusto?

Retrocedí en la cama, pero una mano en mi tobillo me jalo de vuelta al borde.

—basta, Greg, no me asustes mas.

—te daré algo que temer.

Me sujeto con fuerza y descubrió mi cuello, rio de forma cruel antes de clavar sus colmillos en mi. Grite, con todo lo que tenía, dolía como nunca pensé que lo haría.

De algún modo él se había sentado conmigo en su regazo, como si fuera una niña pequeña.

—ahora tienes algo porque temerme. —me abrazo contra su pecho y dijo: —ya viste que somos los dos, date por advertida.

Greg me coloco en la cama con mucho cuidado, su actitud me contrariaba, pero ahora no podía hacer más que enfocarme en Bianca. Ella me miraba y veía miedo en sus ojos, ella no sabía lo que yo era. Me dolía la forma en que me miraba.

Cuando Greg nos dejo solas, me negué a mirarla. Me gire sobre mi costado dándole la espalda. Pero la sentí subirse a la cama, a mi lado.

—¿te lastimo? —me encogí ante su toque —lo siento.

—¿no te doy miedo?

Ella rodeo la cama hasta quedar frente a mí, tomo mis manos en las suyas, me hablo bajito, como si hubiera alguien más en la habitación además de nosotras.

—yo no podría temerte, tú has sido buena conmigo.

Le sonreí de manera triste.

—pero ahora sabes que soy, lo que puedo hacer su quisiera.

—pero no quieres ¿o sí?

—no, no quiero ser como él.

Bianca me rodeo en un reconfortante abrazo. Hundí el rostro en el cuello de mi amiga e inhale, me arrepentí inmediatamente, el olor me volvía loca. Lo controle lo mejor que pude, no podía arruinar una buena amistad.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora