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—Maira —Greg estaba parado en la puerta mirándome leer el grimorio que él consiguió para mí —¿Qué haces esta vez?

Amaba su sonrisa. Cuando sonreía mostraba sus dientes y amaba sus dientes.

—Trato de hacer un anillo —él sabía a lo que me refería.

—Ya te dije que yo me encargaría de eso.

Me mordí el labio coqueta y estiré los brazos por él. Como una niña pequeña.

—Ven —llame despacio.

Greg me miró con el ceño ligeramente fruncido y empecé a molestarlo. Muy despacio, fui elevando el hechizo que estaba practicando. Pude sentir el momento exacto en que llegó a él. Como se puso más alerta, como sus pupilas se perdieron en sus ojos, como sus colmillos se alargaron, pero no de hambre, de deseo. Deseo por mí.

Antes de lo que hubiera imaginado, él me tenía prisionera en sus brazos.

—No fue para eso que te di ese libro.

Dijo él, pero fue más como un gruñido.

Me arqueé exponiendo el cuello y debe que me mordiera.

Amaba sus colmillos.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora