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No sentía nada, y eso era bueno porque todo estaba calmado. Paz.

De la nada sentí algo, no sé como describirlo. Es algo así como un tirón. Como si estuviera nadando en un lago calmado y algo tomara mi pie y tirara de mi. La sensación se intensifico lentamente y se torno dolorosa. Tanto que grite hasta quedarme sin aliento, o al menos eso sentí.

Mis ojos se abrieron, tome bocanadas de aire.

—¿esta despierta? —trate de seguir el sonido, pero el rugido en mis oídos era demasiado —¿me oyes?

Gemí.

—¿Por qué se comporta así?

Esa voz me parecía familiar. Trate de buscarla en mi memoria pero el dolor era demasiado fuerte para sentir nada más.

—es normal, ha estado en un estado de suspensión demasiado tiempo solo tiene que acostumbrarse.

Dè jávu.

—parece estar sufriendo. —¿Dónde había oído esa voz antes?

—el que parece estar a punto de un colapso eres tú.

Esta voz también me parecía familiar. Calor me envolvió y caí en la más dulce inconsciencia. Solo dormí.

Cuando abrí los ojos nuevamente estaba en el sótano.

Jerik y Ciela, mis padres, me miraban en silencio con enormes sonrisas. Aterradores.

Gracias al cielo fue Ciela la que rompió el raro momento.

—¿Cómo te sientes?

Me dolia la garganta pero me las arregle para decir.

—rara. —carraspee aclarando mi voz. —me siento rara.

—es normal, no debiste acercarte tanto al límite de nuestras tierras.

Como un flash recordé que me había pasado. Greg, la barrera que me impedía moverme de aquí y... y un hombre extrañamente familiar.

Ciela miro a Jerik y tuvieron una conversación silenciosa. Esto no pintaba bien para mi.

—¿Qué me pasa? —al instante en que las palabras salieron de mi boca me arrepentí, de repente no quería saber nada.

Mis padres, aun se sentía raro decirles de esa manera, me miraron fijamente sin dejar de sonreír.

—creemos que el ritual que te transformaría no está completo. —dijeron al fin.

—no entiendo.

—para convertirte a vampiro —ella escupió la palabra —se necesitan ciertos requisitos y creemos que no se cumplieron, en parte porque no estabas consciente de ello.

—¿Por qué me forzaron?

—exactamente.

—¿Qué hare entonces?

—creemos que podemos revertirlo y tal vez, tal vez, —repitió dándole énfasis a la palabra —puedas volver a ser normal.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora