1

253 15 3
                                    

Mis ojos se abrieron de golpe. Mi cuerpo se sentí alerta, como si algo me acechara. Mire a mi alrededor por algún signo de peligro pero no podía ver mucho, todo estaba sumido en oscuridad. Tanteé a mí alrededor hasta que encontré una mesa de noche y una lámpara en esta.

La luz me molesto al principio, pero mis ojos se adaptaron fácilmente. Lo primero que note fue lo enorme que era la cama en la que estaba acostada, las sabanas eran de color vino y de seda. La habitación era de considerable tamaño, pero no tenia ventanas así que no había forma de saber qué hora era.

La enorme puerta frente a la igualmente enorme cama, todo en este lugar era enorme. Lo que no había notado, no hasta que salí de la cama, es que estaba vestida con un ridículamente sexy camisón de color perla.

No sabía dónde estaba o como había llegado aquí. Mire a mi alrededor y vi otra puerta al lado de la cama, no era tan grande como la que estaba frente a mí, pero me encamine hacia ella decidida a saber donde estaba.

Mis brazos y piernas se sentían torpes y pesadas, pero fuera de eso no sentía nada extraño en mi cuerpo. Abrí la puerta y encontré el interruptor rápidamente y descubrí un hermoso baño, con bañera, tocador y todo lo que un baño de lujo debería tener o al menos eso creo.

Me pare frente al espejo y me mire, al principio no me reconocí. Mis ojos se veían oscuros, demasiado oscuros. Para verme mejor me desnude, mi piel estaba pálida y tenía algunos moretones en el cuerpo y espalda.

¿Cómo los había obtenido?

¿Quién me los había hecho?

Me vestí rápidamente, pero llamar a esta bata ropa era decir mucho, y busque algo con que defenderme, no había mucho, no a menos que quiera rociar a algún posible atacante con una fragancia o lociones corporales. Mejor buscaba una salida de aquí.

No me detuve a buscar una bata o algo más que ponerme sobre el camisón, camine directamente hasta puerta y la abrí despacio. Mire a ambos lados del pasillo, no se veía mucho y se oía menos. Me decidí por la derecha, camine pegada a la pared.

Luego de caminar unos pasos oí:

—no debería estar fuera de su habitación, señora —grite y me apreté en la pared más cercana— lo lamento, señora, no quería asustarla.

Gire a mí alrededor para ver de dónde venía esa voz.

—Aquí, señora, —de una puerta que no había notado antes salió un tipo con traje de pingüino. —déjeme acompañarla de regreso a su habitación, esta casa es grande y no quiero que se pierda.

—¿Quién eres tú?

—Alfredo, señora —avanzo uno pasos y espero a que lo siguiera para seguir avanzando —el señor se alegrara de verla repuesta.

Regrese por donde había venido, no sabía quién era este pingüino y no tenía ganas de averiguarlo.

—¿el señor?

—sí, el señor. El ha estado visitándola cada día esperando que despertara.

—¿Dónde está ¨el señor¨ ahora?

Pero el no contesto, solo se hizo a un lado cuando abrió la puerta de la habitación en la que había estado. Di un paso dentro cuando una figura sentada en mi cama me hizo retroceder rápidamente.

—¿Por qué estas levantada? —despidió al pingüino con un movimiento de la mano —deberías estar descansando.

La puerta se cerró tras de mí y me apoye en ella.

—¿Quién eres?

Una enorme sonrisa se formo en su rostro y se puso de pie, era más alto que yo y delgado.

—mi nombre es Greg Alaíz, y esta es mi casa.

—¿Qué hago en tu casa, Greg Alaíz?

La sonrisa se esfumo y el dio unos amenazantes pasos hacia mí.

—¿recuerdas como llegaste aquí? —dije que no moviendo la cabeza —¿recuerdas algo?

Hice memoria y una horrible punzada en la sien me derrumbo. Los brazos de Greg me apretaron rápidamente en un abrazo.

—por esto deberías estar en cama.

—¿Cómo llegue aquí?

—¿hay algo que si recuerdes?

—Maira, recuerdo mi nombre pero nada más.

Greg cepillo mi cabello con los dedos de manera tranquilizante y lentamente me quede dormida.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora