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Greg:

La rabia crecía conforme me acercaba a la sucia covacha que quería mantener escondía en medio de este lugar.

La vi a lo lejos, ella estaba recogiendo algunas plantas. Acelere mi paso y la sorprendí empujándola contra un árbol.

La tome del cuello y apreté con fuerza por un breve momento, luego afloje mi agarre son soltarla.

—¿Dónde está mi mujer?

Ella sólo tomó grandes cantidades de aire con la boca abierta, como un pez, por un largo rato antes de hablar.

—No sé de qué hablas, no sé nada de ustedes desde que me botaste de tu maldita casa. —escupió con rabia.

Rugí en su casa, estaba furioso con ella y conmigo por haberla dejado con vida después de que matara a mi hijo.

—Eres una maldita perra celosa, por eso sé que sabes más de lo que quieres decir. ¡Habla!

Ella se estremeció en mis brazos. Pero no dijo nada. La empuje lejos de mi, no la soportaba.

—Déjala, tan vez no sabe nada. —Fred apareció a mi lado mirando a todos lados, tras él caminaba hacia nosotros Iris. Fred siguió mi mirada y suspiro en derrota. —no pude hacer nada para evitar que me siguiera, saber cómo es ella.

Iris tenía los ojos puestos en mí, pero rápidamente los moví lejos. Hacia ella.

—Vamos a su casa. Guíanos.

—No dejaré que ustedes, sobretodo tú, —me señalo —lleguen cerca de mi casa. No los dejaré.

Se cruzó de brazos y se quedó donde estaba alerta a nuestro siguiente movimiento.

Iris sonrió suavemente y luego rió con ganas al verla tan decidida.

—No te necesito con vida —se acercó un amenazante paso a la vez hasta quedar cara a cara con ella —solo lo decía por... Amabilidad. Los viejos tiempos y todo eso. Puedo hacerte pedazos y seguir tus pasos hasta el sucio agujero al que llamas hogar, así que lo diré una vez másp y sabes de sobra que odió repetir las cosas. Guíanos.

Ella temblaba, pero se maneja cruzada de brazos. Sabía que Iris no la amenazaba en vano, así que cuando la vi suspirar salir que había llegado al límite de su paciencia.

—Espera Iris, si la matas tal vez nunca la encuentre. —le dije.

—Tal vez sólo la torture hasta tener lo que quiero.

Fred se acercó lentamente señalando el suelo. Iris maldijo y estudio es suelo con atención.

—¿Sabes que no puedes moverte de aquí?

Estaba demasiado molesto para jueguecitos.

—Dime de una maldita vez, Elaine, —me acerque lo más que pude a ella, dado que ella estaba parada en medio de un círculo de protección. —¿Dónde demonios esta mi mujer?

—Te he dicho que no sé. —ella saco una pequeña daga de entre sus cosas y se hizo un corte en la palma de la mano, —no sé nada de ti, no de tu maldita mujer.

Regó unas gotas alrededor del círculo. Ella estaba muy nerviosa. Empezó a hablar, tartamudeaba y se golpeaba la frente repetidas veces, jalaba sus cabellos y repetía lo mismo una y otra vez. Estaba asustada.

A mi lado Iris no soporto más y se acercó a Elaine, ella la vio y empezó a llorar en silencio cortándose más las manos y la muñecas también. No dejaba de hablar, tartamudeaba mucho y moviéndose de un lado al otro hasta que Iris estuvo frente a ella.

—No puede ser posible.

—En verdad creíste que una simple humana me detendría, este patético esfuerzo por alejarnos sólo me molesta más. —Iris se agachó y todo el suelo, este tembló y ranas salieron disparadas d todos lados atrapando a Elaine en una cárcel de madera. —ahora me dirás todo lo que quiero saber ¿Verdad?

Elaine lloraba desconsoladamente y negaba con la cabeza tan fuerte que se golpeaba con las ramas.

—No sé nada, lo juro, lo juro.

Fred se encogió de hombros.

—Te lo dije. Vámonos. —miró a Iris que no se alejaba de Elaine —libérala y vámonos, debemos seguir buscando.

—Greg. —habló Iris sin mirarme.

—Déjala ahí, así sabremos donde está si la necesitamos.

—Pero Greg, ella está herida. —Fred trato de acercarse a Elaine y ayudarla, pero Iris activo algún hechizo manteniéndolo alejado —¿Qué se supone que hacen?

Iris me miró y asintió despacio antes de empezar a caminar lejos de aquí. Fred seguía viéndome y esperando alguna reacción de mi parte. Yo solo mire a Elaine, ella me miraba a los ojos con miedo, alguna vez esa mirada me atrapó.

Caminé lejos de ella y de Fred que se quedó viéndola.

—Por mi hijo. —dije más para mí mismo.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora