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Greg:

Esta escena me es familiar.

Sangre por todos lados. Estoy cubierta de ella. Sangre de mi gente, sangre de mis enemigos; los que hasta hace poco llamaba amigos.

—señor. —Fred cojeaba un poco al caminar. —¿Qué haremos esta vez?

Mire a mi alrededor, los pocos hombres que estaban conmigo eran los mejores y me habían elegido, una vez más, a mi como su líder.

—limpiar.

Apilamos los cuerpos en el centro del patio. No tardaría en amanecer.

Pete estaba organizando una cacería, necesitábamos comer y recuperar fuerzas. Pero ahora mismo necesitaba mi amuleto.

—Fred. —llame, pero él se adelanto y me entrego mi amuleto. —gracias, amigo.

Él solo asintió y volvió a su trabajo. Coloque mi amuleto de vuelta a su lugar y espere.

Todos los que teníamos amuletos nos quedamos fuera para ver la pira arder antes de irnos de cacería.

Las presas estarían entre los sirvientes de los caídos. Esos hombres y mujeres fieles a sus amos que no podíamos dejar ir.

—¿Cuántos hombres quedan dentro? —algunos no podían salir y tendríamos que alimentarlos.

Fred hizo un repaso mental.

—cerca de diez. —no era un número muy alto.

Éramos muy pocos, no llegábamos a los cincuenta.

—somos muy pocos —dijo Fred a mi lado, haciendo eco de mis pensamientos.

—debemos despertar a la sombra de Alfredo. —me sugirió alguien a mi derecha, Iena, una de nuestras mujeres —ella tiene que ayudarnos, el trato no se ha roto.

El trato estaba intacto, tal como lo habíamos pactado, pero dudaba que ella nos ayudara.

—estoy contigo en lo que decidas —me apoyo Fred.

Tal vez ellos tengan razón y deba liberar a la sombra de Alfredo, pero no estaba seguro que Elaine fuera a ayudarnos. Tampoco estaba seguro de querer verla otra vez, después de tantos años.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora