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Greg:

Lleve a Maira a casa, la misma casa de la que ella había escapado con Carld.

En cuanto entramos le ordené a Pete que redoblará la seguridad de la casa. Mi hermana puso guardas por todo el lugar y estaba alerta de cualquier cambio.

La llevé a nuestra habitación y cerré la puerta con seguro. Ella estaba tan callada que temí no ser bien recibido una vez más.

Maira abrió las puertas del closet y paseo la vista por la ropa, la mayoría era la que ella misma había escogido y algunas prendas, las más sexys, las escogí yo.

—aun no recuerdo todo. —dijo sin voltear, saco un camisón gris, su favorito. —puede que nunca lo vuelva a recordar o puede que mi memoria vaya volviendo de a poco.

No me dejo contestar, tampoco sabía muy bien que decir, se metió al baño y se encerró allí. Esa fue mi señal para dejarla sola.

Debía matar algo pronto. Iba por mitad del pasillo cuando mi hermana me encontró

—tengo las cosas casi lista, en la mañana cazaré un par de ingredientes más.

—mañana nos mudaremos. —retome la marcha mientras hablábamos —debo tener todo listo para mañana.

—¿Y Maira?

—en su habitación.

—su habitación. —dijo ella en tono burlón.

—ella necesita descansar y creo que estar sola le hará bien.

Iris se rió de mí.

—por eso es que siempre me ha caído tan bien. Sólo ella puede hacerte parecer un niño perdido. Lo que ella necesita ahora mismo es a ti.

—¿Cómo sabes que es lo que ella pueda necesitar?

—porqué soy mujer y lo primero que necesite cuando desperté fue a mi hombre. —me dio una palmada en la espalda y me guiño un ojo. —ve hermanito, ella está esperándote.

Para no darle gusto a mi hermana fui primero a ver cómo iban las cosas con la mudanza. La mayoría de cosas se quedaría en esta casa, sólo nos llevaríamos lo esencial.

Algo dubitativo regrese a la habitación de Maira, nuestra habitación, esperando que Iris tenga razón.

Maira estaba recostada en la cama, dormía tranquilamente. Su hermoso cabello estaba esparcido por la almohada. Como su ella me hubiera llamado, me acerque hasta la cama. Sus párpados revolotearon abriéndose y sonrió adormilada al verme.

—pensé que no tardarías.

—no pensar tardar

Ronroneo como una gatita y se acercó gateando sensualmente hasta mí. Sus manos recorrieron desde mis piernas hasta mi pecho. El momento en que me miró desde abajo, con su hermoso cabello algo desordenado me recordó nuestra primera vez juntos.

Acaricie suavemente su rostro, ya no era tan cálido como antes. Al suspirar sus labios se entreabrieron y colmillos asomaron, eso también era nuevo.

—te extrañe tanto, tanto que no podríamos no imaginarlo.

—lo siento. —sus mejillas se mojaron y las oculto en mi pecho —perdóname, por favor. Lamento haberte olvidado, lamento haberme ido, haberte dejado.

La bese. No podía no hacerlo. Al fin la tenía entre mis brazos de donde nunca debía haberse ido.



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