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Me quieren a mí.

Algo no estaba bien. No me sentía nada bien, desde hace un rato no oigo nada. Hace horas que Greg me dejo aquí y aun no sé nada.

Me pasee de un lado al otro en la habitación sin saber que esperar en verdad.

La puerta se abrió de pronto y por primera vez desee que fuera Greg.

Cuando el desconocido dio un paso dentro y capte su olor mis instintos se hicieron cargo. Solté un gruñido y mis dientes se alargaron esperando atacar. Él obviamente sorprendido, desenfundo un arma enorme y me apunto. Espere a que hiciera su movimiento, pero él me vio bien y bajo el arma.

—¿Maira?

Di un paso atrás de forma cautelosa.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Su rostro pasó de la sorpresa a la ira.

—no juegues conmigo, ¿Qué haces aquí?

—no sé quién eres, ni de donde me conoces. —su rostro se veía confundido —pero si sabes quién soy dímelo.

La comprensión se abrió paso en su rostro y no me gusto mucho lo que vi.

—lo has olvidado, perdiste la memoria. —asentí cautelosa —por esa razón no nos buscaste antes, ahora lo entiendo todo.

—pues yo no entiendo nada. ¿Me conoces?

—sí. —a lo lejos un eco nos sobresalto —Y debes venir conmigo, en casa tendremos tiempo suficiente para hablar.

—¿Cómo sé que no me mientes? —pregunte ansiosa, se oían pasos a lo lejos.

—¿quieres recuperar tu memoria?

—sí.

—yo sé cómo hacerlo, conozco a tu familia —un golpe seco se escucho realmente cerca esta vez —pero decide ahora, ¿vienes o no?

Tome la mano que me ofreció y deje que me guiara hasta la salida, el sol estaba cayendo y las primeras estrellas se asomaban tímidas, respire después de mucho tiempo aire fresco. Sonreí.

Un todo terreno me cegó con sus potentes luces, pero la mano de Carld nunca soltó mi mano.

—¡suban!

Carld me empujo dentro del auto y cerró la puerta tras él, disparos sonaron demasiado cercar del auto, creo que algunos impactaron, mi cabeza fue empujada hacia abajo. Neumáticos chirriando, gritos, todo un caos.

—¿estamos seguros ahora? —grito el hombre del auto —creo que no nos siguen, ¿Quién es ella?

Me tomaron de las manos, y la sonrisa brillante de Carld aparecía frente a mí.

—Carld, hombre dime. —me asome y vi el momento exacto en que me vio por el espejo retrovisor —¡mierda!

El auto patino y caí hacia atrás por el impulso.

—fíjate en el camino.

—ella está muerta, es imposible.

Mire cautelosa desde mi asiento, los ojos del conductor volvían a mi cada dos por tres.

—deja de mirarla y concéntrate en el camino.

—Jerik estará sobre ti en cuanto la vea.

—¿Quién es Jerik? —pregunte.

—primero vamos a llevarla a un lugar seguro primero, luego hablaremos con los demás.

—¿Quién es Jerik? —repetí mas fuerte esta vez.

—¿Qué te pasa Maira? —el conductor llamo mi total intención.

—¿sabes quién soy? —estaba sin aliento. Ellos me conocían, no podía estar en mejores manos.

—ella no recuerda nada. —corto Carld cualquier replica.

Ellos tuvieron una especie de comunicación telepática, porque se entendieron solo con miradas a través del espejo retrovisor.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora