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Greg:

Un día.

Dos días.

Tal vez tres… en la oscuridad es difícil saber el paso del tiempo. 

Las pesadas cadenas tintinearon cuando trate de encontrar una mejor posición. Pero al estar colgado del techo no había mucho que hacer.

Fuera el sonido de pasos y voces iban en aumento, ya venían a verme. Mis carceleros venían al menos una vez al día a torturarme. Tenía cortes por todo el cuerpo, me desangraban para mantenerme a raya.

La pesada puerta se abrió y  cuatro imbéciles entraron en la habitación, la luz de la linterna era demasiada para mis sensibles ojos pero no cerraron la puerta, estaban armados con dagas y ellos no tardaron en empezar. Estaban locos si creían que rogaría. Solo pararon cuando mi cabeza colgó sin fuerza. 

Entonces me soltaron.

Me arrastraron fuera de ese lugar, de un momento a otro el olor a sangre llego hasta a mi y mi hambre hizo que pelara por ir hasta donde mi preciada comida estaría, luche y fue reducido a golpes. 

Me desnudaron completamente y luego con algo filoso marcaron mi espalda, lo que sea que hicieron me mantuvo quieto. Lo suficiente para llevarme fuera y atarme a un poste frente la casa. 

Desnudo e indefenso, esperando el amanecer. Así terminaría mi vida. 

Enfoque la vista y vi a Maira salir de la casa con ese idiota de Carld junto a ella. 

Me costaba mantener la vista enfocada, mi visión se tornaba borrosa. Al menos no estaré consiente cuando muera. 

Estaba pensando en la muerte cuando vi a Maira abrazarse a Carld. 

Luego el idiota cayó al suelo convulsionando brutalmente. Maira no le dio ni una mirada, se acercaba a mi corriendo. Solo cuando estuvo lo suficientemente cerca pude ver y oler la sangre en ella.   

Gruñía jalando las cadenas de un lado al otro.

—¿Qué haces? —me esforcé para decirle. 

—no puedo romperlos. —lloro ella.

—¡estás loca! Vete, el sol te tocara pronto.

Maira lloraba en silencio, cada vez sus esfuerzos iban menguando hasta que solo lloraba abrazándome.

Maira miro tras de mi y cerró los ojos esperando que la luz del sol, que casi estaba sobre nosotros nos tocara.

—si vuelves, no busques problemas. —Maira me vio, sus enormes ojos llorosos atentos solo a mi. —tienes que dejar de buscarme, olvídate de mi. Olvídate de este mundo. 

—te amo.

—solo olvídame.

Pude ver al sol reflejado en sus ojos y la bese. Sus dulces labios era lo único que necesita llevarme de este mundo.  

Paz, al fin. 

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora