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Greg:

A Maira le costaba mucho quedarse encerrada durante el día. A pesar de que trataba de cansarla lo suficiente durante la noches para que no se despertara durante el día, ella se despertaba y siempre lo hacía cuando yo no estaba.

Me molestaba verla tan triste y no poder hacer nada.

Así que, cuando ella me pidió salir a jugar esta noche, no pude decir no. Me gustaba verla reír mientras corría tratando de escapar de mí, le daba ventaja y ella me tanteaba cantando como una sirena.

Cuando estaba cerca de ella tarareaba o silbaba, así ella podría escapar y empezaríamos una vez más.

Entonces dejé de oírla.

Me acerqué al lugar donde la oí, luego seguí caminando para saber si podía encontrarla. Pero ella ya no estaba. Dejo de ser divertido.

—¡Maira! —grité al no encontrarla por ningún lado.

—Basta, —mi hermana llegó a mi lado y me tomó con fuerza del brazo, luego me dejó inmóvil —deja de gritar o harás que nos maten.

—¿Qué mierda pasa? —me moví con algo de dificultad. —¿Qué me hiciste?

—Callate. Estamos bajo ataque.

No podía calmarme pero agudice mis sentidos, al parecer no estábamos bajo ataque.

—No, no lo estamos.

—Se llevaron a Maira, —eso es atacarnos porque ella es parte de nosotros.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora