33

34 6 0
                                    

Mire la caja con horror.

—no voy a entrar ahí. —me cruce de brazos para que dejaran de temblar.

Jerik se paro frente a mí, la caja a nuestro lado.

—no podemos llevarte con nosotros de otra manera.

Mire a Ciela y ella se acerco a Jerik, tomó su mano dándole apoyo.

—vamos Maira, será mejor si salimos pronto. —ella sonrió de forma dulce y, ahí parada junto a Jerik, apretado su mano, imagine que así se debían ver cuando vivamos juntos.

—ellos no pueden venir aquí. —me queje.

—no. —dijo Marc caminando hacia nosotros.

Gemí.

—¿Qué pasa con el sol?

Marc miro la caja por un largo rato antes de encogerse de hombros y decirme:

—estarás bien.

Mi boca cayó abierta, literalmente. Se me acabaron las excusas.

—tengo miedo, —admití.

Todos voltearon y se quedaron mirándome fijamente.

—no tienes que temer. —Ciela me tomo de las manos y me jalo en un incomodo abrazo —esta caja estará dentro de otra rodeada de runas, para que nada te pase al entrar en la ciudadela.

Resople y entre en la caja antes que me arrepintiera.

La sentí moverse mas y mas. Las voces de los demás estaban amortiguadas por las cajas pero aun las podía oír.

Cuando la caja al fin se abrió la noche ya había caído.

Estaba en un gran patio las estrellas centelleaban como si estuvieran al alcance de mi mano.

Una risita me sobresalto. Una mujer apareció frente a mí, no la había oído llegar. No emitía ningún sonido al caminar

—bienvenida. —dijo la mujer. —no esperaba volver a verte y menos aquí.

La mire con desconfianza, ella no estaba asustada de mi, como todos parecían estar.

—veo que no me reconoces. —rio —es cierto lo que dicen entonces.

Quería contestarle pero no estaba segura de que decir, además ya no estábamos solos.

—déjanos Luss —la chica se alejo sin mas y sus pisadas eran tan suaves que parecía flotar. —ven Maira, debemos tener todo listo rápido, hoy las estrellas son nuestras amigas.

Había una mesa de piedra en forma de circulo. Lía dibujo un pentagrama con runas que me eran familiares y acomodo algunos objetos.

—debes recostarte aquí.

Lía se puso junto a mi cabeza, el norte. Imanol al este, mi brazo izquierdo. Elise al oeste, mi brazo derecho. Y para remplazar a Jerik; Enry a mis pies, el sur.

El círculo se cerró entorno a mí. Sus voces se elevaron lentamente y sus voces sonaron ensordecedoras a mis oídos.

Sentí como se aferraba a mi cuerpo manteniéndome en mi lugar. Quieta, prisionera de mi misma.

Los canticos eran confusos, las voces dañaban mis oídos quería taparlos pero no podía mover las manos. Apreté fuertemente los ojos tratando de dejar fuera el dolor. Entonces sucedió: una sacudida y al abrir los ojos estaba viéndome a mi misma.

Mis ojos estaban abiertos y en blanco, mis brazos y piernas imposiblemente estirados y mi espalda arqueada. Daba miedo.

Lía puso las manos en mis sienes y fijo sus ojos en los míos. Me retorcí con mas fuerza gimiendo con dolor.

para. —trataba de decir. —¡Para!

Debía detenerla.

Estire las manos, pero no podía llegar. Me estire aun más, tanto que mis brazos dolieron y, al fin, la punta de mis dedos toco entre mis ojos.

Crack.

Un grito escapo de mí.

La verdad.

Ahora lo sé todo.


Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora