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Greg:

Iris estaba furiosa y no dejaba de refunfuñar desde que supo que fui yo quien le dio el grimorio de Yara a Charli.

—Debemos prepararnos para rescatar a Maira. —dijo Iris moviéndose de un lado al otro.

—No quieres iniciar una nueva guerra por una mujer. —se quejo Charli.

Greg la miró con odio pero no hizo nada. Alfredo en cambio tomó la arrugada mano de Charli y le arranco el grimorio.

—No deberías tenerlo, no lo mereces.

Alfredo la miró de arriba a abajo respetando una reacción de su parte, pero Charli no se movió. Se alejó de ella y le entregó el grimorio a Iris.

—Igual no es muy útil.

—Para ti, que no sabes cómo aprovechar un tesoro como este. —se burló Iris, pero Charli no perdió la sonrisa en ningún momento. Iris abrió el libro y paso las páginas rápidamente, luego rugió de rabia. —¿Qué le hiciste?

Charli se encogió de hombros de manera indiferente y no hablo.

—¿Qué mierda piso ahora?

Iris azotó el libro abierto en medio de nosotros

—Le faltan hojas.

Iris se acercó amenazante a Charli, pero ella no retrocedió. Le sonrió mientras Iris hervía de furia.

—¿Dónde están las hojas?

—No sé, la persona que se llevó a Elaine también se llevó esas hojas. Ni siquiera sé que tenían.

Iris me miró y su rostro palideció por la ira contenida, a diferencia de los demás cuando una Devoradora de almas se enfurece su rostro se vuelve pálido y sus ojos d un negro profundo que los había lucir el doble de su tamaño.

—¿Cómo lo pudiste dejar con ellos? ¿Cómo pudiste se tan descuidado con un tesoro como este?

La voz de Iris había ido subiendo a medida que hablaba.

Cautelosamente me alejé de Iris, cuando ella estaba molesta no se media. Incluso Alfredo mantenía su distancia.

Pero la furia de Iris estaba dirigida sólo a mí.

—¿Saber lo que tenían esas hojas? —podía sentir mi piel cortase y mis músculos contraerse por la fuerza de mi hermana. —esas eran los mejores hechizos de su aquelarre, y su aquelarre era el mejor.

No podía ni hablar, el aire me faltaba y sabía que no me faltaba mucho para quedar inconsciente.

Sentía como si me hubieran metido bajo el agua, los oídos me pitaban y podía sentir la sangre bajar lentamente por mi nariz.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora