"Mente"

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Al expulsar tan sentidas palabras el cielo sintió la necesidad de externar el sufrimiento que hacía evidente en un gris profundo.

Dejando caer lo que pasaron de ser enormes gotas aleatorias de lluvia, a un tropel encarabinado de agua que alertó a los dos chicos que esperaban para hacer su trabajo.

Mi tío caminó hacia mí.

Lo hizo para estar cerca en caso de que, en la agonía del momento cometiera alguna insensatez, mientras los chicos ante mis ojos atónitos, cerraban el ataúd y jalaban las palancas que hacían bajar el cajón que albergaba los restos de mi felicidad.

Ante la amenaza de que la lluvia arreciara, las personas comenzaron a marcharse justo como llegaron. Sin percatarnos quedamos sólo mi tío y yo, mientras cerraban el pozo con tierra mojada.

Cuando al fin la lluvia cumplió su promesa de llegar con fuerza, los empleados del lugar ya habían acabado su indolente labor.

Mi tío ignoró la lluvia, pues sabía lo que sentía, sabía que el dolor físico era cien veces preferible a lo que yo experimentaba. Él lo sabía.

Me arrodillé en el montículo de tierra recién colocada, y dejé que todo el llanto que amordazó mi orgullo tantos minutos se desbordara, mezclándose con la lluvia.

Lloré como nunca había llorado, grité como nunca había gritado y sufrí como nunca había sufrido; Mientras el llanto del cielo que extrañaba a tus ojos y el mío se hacían uno, mi tío yacía parado a unos metros observándome con los brazos cruzados. Permitiéndome así lavar tanto veneno que tardó media hora en bajar de intensidad en mis ojos.

Cuando la lluvia paró, me encontraba con la frente en la tierra empantanada que ahora era tu morada, y mi tío inmóvil esperando el momento idóneo para sacarme de aquél desdichado lugar.

—Levántate, debemos irnos.

Ya no tenía fuerzas para contradecirlo. Sólo me levanté y me abrazó camino al auto que nos esperaba.

La vida duele Sam, duele demasiado aquí sin ti.

SAM II©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora