—El carro, las cenas, ¿Tienes idea de cómo lo pagué?
—No quería incomodarte con preguntas.
—Entiendo —acariciaste mi mejilla —Mi padre, Sigmund Freud, era un empresario aficionado a la floricultura y a la psicología.
—Interesante combinación —añadí.
Reíste.
—Al fallecer sus inversiones fueron vendidas y congeladas hasta que llegara mi autorización, junto a el seguro de vida, todo estaba en la cuenta de la familia, que pasó a mi nombre desde el día del accidente.
—Así que de ahí tu misterioso ingreso —respondí tomando mi barbilla.
Asentiste.
—Así que no te preocupes por el dinero de la boda tontito —recostaste tu cabeza en mis piernas.
Amo que hagas eso, me pides indirectamente que te rasque la cabeza, te mal acostumbré a ser tu esclavo de cariños cuando se te antoje.
A quien quiero engañar, me fascina hacerlo, más al saber que te gusta.
—¿Qué harás mientras? —pregunté mientras acariciaba tiernamente tu cabeza, desenredando mechones.
—Reconstruiré el negocio familiar —respondiste en tono relajado con los ojos cerrados.
Ahora entiendo.
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SAM II©
Historia CortaDías de ensueño. Noche estrellada. ¿Cómo apaciento tu alma angustiada?. Quiero parar el recuerdo que envenena tu felicidad y la mía. Cuán hermoso será el día en que juntemos nuestros destinos. Es tan bella la llegada. Pero aún más lo es el camino. D...