Truenan desalmadas en las paredes las sombras de mi tormento.
Truenan en las flores que pintabas el sonido de un sufrimiento penetrante.
Que entra en los huesos y muele la carne.
Que hiere el alma y carcome la piel.
Arde y hace sangrar por dentro como la hiel.
Todos expectantes a mi al rededor, sólo esperando ver mi reacción con sádica curiosidad.
Un vecino me miró y de inmediato llevó sus manos a la cabeza, evidenciando su consternación.
Todos impacientes por explotar de dolor.
Solté la rosa.
Cayó al suelo casi tan tempestivamente como mi devastado corazón.
Pero no como él.
Ninguno como él, jamás así.
El aire se tornó tan pesado y denso, que para respirar necesité pronunciar asmáticos sollozos que ninguno de los cinco oficiales en la habitación se atrevió a interrumpir.
Hasta que por fin el horrible grito que desgarraría cada alma en esa habitación se hizo presente.
Horripilantes alaridos que nadie podía ni quería entender, desahogaron lo que mis excesivamente abiertos párpados admiraban con inefable horror.
Corrí hacia tu cuerpo inerte y te arrullé entre mis temblorosas manos.
El charco de líquido carmesí emanado de tu cuello, manchaba mi ropa y mi cara, que no dejaba de pronunciar atolondrados alaridos de dolor y agonía indescriptibles, tan desgarradores que hicieron que las personas taparan sus oídos en un patético intento por desviar el pesar que derivaba en sus corazones, al verme revolcarme en la sangre de quien paseé durante meses orgulloso de llamarla el gran amor de mi vida.
Se necesitaron cuatro agentes para arrancarme de ti Sam.
En la confusión del forcejeo, logré sacarle del cinturón un revolver a uno de ellos, el cual apunté al asesino ya muerto de mi felicidad y sin mezcla de misericordia logré descargar en el rostro de Jackson cuatro de seis tiros que habían, tras el bullicio de los disparos todos se tiraron al suelo, y de inmediato el quinto oficial que esperaba en la puerta, intentando mantener a la muchedumbre calmada desenfundó su arma y me apuntó.
—¡Bájala muchacho! —advirtió con pincelazos de compasión reprimida en su titubeante voz.
Lentamente bajé el revolver que él con premura arrancó de mis manos.
Podía ver mi reflejo en el charco de sangre obscura, que le daba al hogar que albergó tanta ternura y amor inocente, un aire de macabra depresión e indecible desolación.
Tú yacías acostada en la cerámica de la sala con una nefasta marca carmesí en el cuello que manchaba tu ropa y tu cabello, y los hermosos ojos que tanto veneré sellados en un sueño prohibido.
A tu lado el autor abominable de mi desgracia, acostado con ojos abiertos viendo el techo que fue testigo de el "nosotros" que terminaba ese día, en su mano una pistola vacía, en su cien la marca de un balazo que llevó consigo años de frustración liberada junto a mis tres frustraciones previamente plasmadas en su frente.
Jackson, el ladrón de todo lo que he amado.
El maldito que destruyó mis sueños de una vida con propósito.
Me haz robado.
Me haz matado junto a todo lo que he adorado.
¿Por qué no me quedé contigo como querías?
Esto no está pasando.
Dime que no es cierto mi amor.
Que nadie piense en mi ahora, sólo quiero morir.
Sólo odio mis pasos.
Odio mi vida.
Me odio.
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SAM II©
Krótkie OpowiadaniaDías de ensueño. Noche estrellada. ¿Cómo apaciento tu alma angustiada?. Quiero parar el recuerdo que envenena tu felicidad y la mía. Cuán hermoso será el día en que juntemos nuestros destinos. Es tan bella la llegada. Pero aún más lo es el camino. D...