"Paupérrima"

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Más tarde esa misma noche dos jóvenes amantes reían frente a la puerta del recinto que vería desbordarse la pasión reprimida que guardaban.

Te reías descontroladamente de mi incapacidad por insertar la llave en la cerradura de la puerta.

Amo tu risa.

Aún vestida de novia, con tus tacones en la mano izquierda y en la derecha mi corazón aun latente, que me abandonó a mi para permanecer contigo.

Músculo anárquico que sólo le importan sus pasiones, sin sensatez y con un alto grado de infidelidad para con su dueño, a penas llega la primera sonrisa a la cual aferrarse.

Entré luego de varios intentos fallidos por abrir.

Permaneciste en la puerta con los brazos cruzados y un puchero infantil que sucumbía ante la risa que reprimías.

—¿Cómo te atreves a insinuar que entraré así?

Guardé silencio al no entender a lo que te referías.

—Obviamente tienes que cargarme —insististe en tono de niña suplicante.

Obedecí tu agradable capricho y cerré la puerta con el tobillo.

Te cargué hasta la habitación imposibilitado para prender las luces que permanecieron apagadas.

Te senté en la cama como colocando una frágil obra de arte y me dispuse a encender las luces.

—No, me gusta así. Las cosas más bellas de la vida se sienten en la obscuridad —exclamaste.

SAM II©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora