Cual ermitaño herido corrí a mi madriguera y cerré la puerta.
Pegué la espalda contra la pared, estrellé las palmas de mis manos en mi cara y deslicé mi cuerpo hacia el piso.
Tanto sufrimiento, tantas madrugadas vi salir el sol, preguntándome que seguía ahora sin la alegría de mis días.
Del cielo la aurora está hecha trisas por la perdida de este hijo de Eva cuya vida se envenena cada día sin besarte.
¡Cómo extraño el mirarte!
Saqué el último sobre entre pensamientos difusos que torturaban mi razón.
Ojalá pudiera sólo autoadministrarme morfina, directo al corazón y no sentir dolor.
El vacío de tu ausencia.
La agonía de perder todo lo que he amado.
Ni en mis sueños más bizarros imaginé venerar así a una persona.
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SAM II©
KurzgeschichtenDías de ensueño. Noche estrellada. ¿Cómo apaciento tu alma angustiada?. Quiero parar el recuerdo que envenena tu felicidad y la mía. Cuán hermoso será el día en que juntemos nuestros destinos. Es tan bella la llegada. Pero aún más lo es el camino. D...