"Quisiera"

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El melifluo sonido de enormes gotas de recuerdo que golpeaban el papel, era lo único que profanaba el magnífico silencio que predominaba en el ambiente de mi lúgubre habitación.

Ahí yacía mi maltratado corazón, arrodillado en la alfombra entre ropa sucia con la cabeza gacha.

Tan cansado del amargo llanto que me persigue.

Tan cansado del temible recuerdo que diga lo que diga, piense lo que piense, no evito que me atosigue.

Tan demacrado y pálido de tanto sangrar.

Me dejé caer, recostando la cabeza en el suelo y abracé tu carta con todas mis fuerzas.

Abracé ese papel como si te abrazara a ti Sam.

Se arrugó entre mis brazos donde ya una vez su autora moró y se regocijó entre besos de madrugada y una lluvia de caricias desenfrenadas que harían estremecer a la más frígida.

En un llanto de pausas y silencios compuse una sinfonía de dolor, para que mi madre no me escuchara llorar, tapaba mi boca con desesperado apuro con una almohada que opacaba el minúsculo sonido de mis alaridos sollozantes.

Luego de media hora de amargo desahogo, me levanté y lavé mi rostro que reflejaba el martirio interno que soportaba.

Me vestí y me dirigí a la puerta.

—¿A donde vas? —preguntó mi madre sosteniendo un puñado de calcetines que se disponía a lavar.

Guardé silencio y sonreí con mucha dificultad.

—Volveré en un rato.

—¡Espera! —y besándome concluyó —. Dios te bendiga hijo.

—Siempre lo hace Mamá —susurré antes de cruzar la puerta, decidido a encontrar tus tres poemas, con la promesa mental de que ya no podría sufrir más.

SAM II©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora