29. Más quidditch

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Al sábado siguiente, Draco se va de esa mesa que sin Fred parece mucho más vacía un rato antes para el entrenamiento.

-Patéales- digo, simplemente, porque todavía no me encuentro bastante bien como para hablar más de dos palabras seguidas. Por supuesto, esto me ha dificultado realizar conjuros o responder preguntas teóricas, pero cada vez que abro la boca para realizar un hechizo recuerdo el avis avifors que le lancé a ese puto pelirrojo, y no soy capaz de decir nada más que un tartamudeo. Apenas puedo empuñar la varita sin que me tiemble el pulso, y el esfuerzo físico es algo que ni intento. Eso será otro problema en el partido de la semana que viene, pero espero superar a Fred para entonces. Cuando Draco está a mi lado me siento un poco menos débil, con menos ganas de llorar y de desaparecer, pero cuando se marcha es como si el mundo se derrumbara de nuevo. Por eso, cada vez que lo pierdo de vista, entro corriendo en la torre de Gryffindor y me encierro en el dosel de mi cama. Parvati o Lavender nunca preguntan por qué no salgo; Ginny intenta consolarme poniendo verde a su hermano («ya sabía yo que no podía dejar de ser gilipollas ni con su novia, no»); y Hermione me pregunta muy alegremente qué me pasa.

Hermione. Qué me pasa.

-Lo sabes mejor que yo- contesto, cuando reúno fuerzas para hablar.

-No lo entiendo, es decir, sé que has discutido con Fred, pero ¿porqué?

Hermione sigue sonriendo. La odio. Odio el mundo. Odio a Fred. Me odio a mí misma.

-Fuiste tú. Tú y Draco, me habeis jodido pero bien. ¿Ya estás contenta?

Hermione se encoje de hombros, y cierro el dosel. Por suerte es una tela opaca, y los de fuera no pueden verme, pero yo a ellos sí.

Y aquí estoy, soltando el desayuno que no he tocado y dirigiéndome hacia el exterior, echándome la capucha para que nadie vea mis ojos rojos.

Me siento en la grada, en la parte más alta y alejada, y allí espero a que aparezca...

No, Fred no va a aparecer. Y si lo hace, será acompañado de su hermano George, y pasará olímpicamente de mí.

De hecho, hace justo eso cuando la grada empieza a llenarse. Fred y George pasan justo delante de mí, pero quizás no me reconozcan con la capucha y los ojos rojos. Bah, seguro que no, que me han visto y saben quien soy, pero me da igual. George me dedica una sonrisita triste a espaldas de su hermano, e intento devolvérsela, pero es como si mi boca no quisiera hacer otra cosa que llorar y gritar, así que me limito a saludarle y encojerme de hombros. Fred detecta eso con el rabillo del ojo, pero se limita a seguir con la barbilla alta y caminar delante de su hermano. Me parece ver cómo George formula con los labios un «lo siento», pero no estoy segura y no quiero hacerme ilusiones.

-¡Escobas arriba!- grita la voz de la señora Hooch, sacándome de mi ensimismamiento, y los catorce jugadores se alzan. Lee Jordan empieza a comentar, tan alegre como siempre, y al no jugar Gryffindor es algo más imparcial, pero siempre prefiere un poco más a Hufflepuff que a Ravenclaw.

Encojo las piernas en mi asiento y hundo la cabeza, aún con la capucha puesta. Leah está algo mas allá, junto a Harry (seguramente shippeándolo con Draco), y es que en el desayuno le dejé claro que hoy quería estar sola.

-¿Seguro que estás bien? Si quieres luego podemos...

-Bastante gente tendré que soportar en el partido y en el entrenamiento- dije, secamente.

Y es que por la tarde, a las 4, tengo que entrenar con mi equipo, lo que significa encarar directamente a Fred. No pasa nada, me digo. Si hay quidditch de por medio, podré soportar al puto pelirrojo.

Hija De Nymphadora TonksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora