Al sábado siguiente, Draco se va de esa mesa que sin Fred parece mucho más vacía un rato antes para el entrenamiento.
-Patéales- digo, simplemente, porque todavía no me encuentro bastante bien como para hablar más de dos palabras seguidas. Por supuesto, esto me ha dificultado realizar conjuros o responder preguntas teóricas, pero cada vez que abro la boca para realizar un hechizo recuerdo el avis avifors que le lancé a ese puto pelirrojo, y no soy capaz de decir nada más que un tartamudeo. Apenas puedo empuñar la varita sin que me tiemble el pulso, y el esfuerzo físico es algo que ni intento. Eso será otro problema en el partido de la semana que viene, pero espero superar a Fred para entonces. Cuando Draco está a mi lado me siento un poco menos débil, con menos ganas de llorar y de desaparecer, pero cuando se marcha es como si el mundo se derrumbara de nuevo. Por eso, cada vez que lo pierdo de vista, entro corriendo en la torre de Gryffindor y me encierro en el dosel de mi cama. Parvati o Lavender nunca preguntan por qué no salgo; Ginny intenta consolarme poniendo verde a su hermano («ya sabía yo que no podía dejar de ser gilipollas ni con su novia, no»); y Hermione me pregunta muy alegremente qué me pasa.
Hermione. Qué me pasa.
-Lo sabes mejor que yo- contesto, cuando reúno fuerzas para hablar.
-No lo entiendo, es decir, sé que has discutido con Fred, pero ¿porqué?
Hermione sigue sonriendo. La odio. Odio el mundo. Odio a Fred. Me odio a mí misma.
-Fuiste tú. Tú y Draco, me habeis jodido pero bien. ¿Ya estás contenta?
Hermione se encoje de hombros, y cierro el dosel. Por suerte es una tela opaca, y los de fuera no pueden verme, pero yo a ellos sí.
Y aquí estoy, soltando el desayuno que no he tocado y dirigiéndome hacia el exterior, echándome la capucha para que nadie vea mis ojos rojos.
Me siento en la grada, en la parte más alta y alejada, y allí espero a que aparezca...
No, Fred no va a aparecer. Y si lo hace, será acompañado de su hermano George, y pasará olímpicamente de mí.
De hecho, hace justo eso cuando la grada empieza a llenarse. Fred y George pasan justo delante de mí, pero quizás no me reconozcan con la capucha y los ojos rojos. Bah, seguro que no, que me han visto y saben quien soy, pero me da igual. George me dedica una sonrisita triste a espaldas de su hermano, e intento devolvérsela, pero es como si mi boca no quisiera hacer otra cosa que llorar y gritar, así que me limito a saludarle y encojerme de hombros. Fred detecta eso con el rabillo del ojo, pero se limita a seguir con la barbilla alta y caminar delante de su hermano. Me parece ver cómo George formula con los labios un «lo siento», pero no estoy segura y no quiero hacerme ilusiones.
-¡Escobas arriba!- grita la voz de la señora Hooch, sacándome de mi ensimismamiento, y los catorce jugadores se alzan. Lee Jordan empieza a comentar, tan alegre como siempre, y al no jugar Gryffindor es algo más imparcial, pero siempre prefiere un poco más a Hufflepuff que a Ravenclaw.
Encojo las piernas en mi asiento y hundo la cabeza, aún con la capucha puesta. Leah está algo mas allá, junto a Harry (seguramente shippeándolo con Draco), y es que en el desayuno le dejé claro que hoy quería estar sola.
-¿Seguro que estás bien? Si quieres luego podemos...
-Bastante gente tendré que soportar en el partido y en el entrenamiento- dije, secamente.
Y es que por la tarde, a las 4, tengo que entrenar con mi equipo, lo que significa encarar directamente a Fred. No pasa nada, me digo. Si hay quidditch de por medio, podré soportar al puto pelirrojo.
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Hija De Nymphadora Tonks
FanfictionTodos los personajes, excepto Ailey y Leah, son invención de JK Rowling. Ailey Abbado, una muggle cualquiera pero loca por la magia, recibe un día la visita de un señor con barba blanca, que le habla de un colegio de magia. Hogwarts, así se llama. A...