32. Bultos y un sinsajo

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La enfermería me sienta como un jarro de agua fresca en un día de jaqueca*. Paso allí todo el tiempo que no me quitan los estudios, el quidditch o mis amigos, y más de una vez he tenido que salir de la clase porque la canica hacía demasiado ruido. Una vez tuve que excusarme en Pociones (no veas la que me montó Snape) y al llegar a la enfermería ya le quité quince puntos al reloj de Gryffindor. La señora Pomfrey ya me deja realizar sola las tareas más sencillas (arreglar huesos rotos, anular maldiciones pequeñas) y cuando me llama por una emergencia, generalmente no salgo de la enfermería en todo el día, haciendo esto y aquello, removiendo tal poción o aprendiendo tal hechizo. Pero no puedo quejarme, ni voy a hacerlo, porque trabajar cuidando enfermos es revitalizante.

Más de una vez Pomfrey me ha relevado guardias de pacientes ingresados, y me he tenido que quedar junto a ellos, atendiéndoles, casi todo el día. La mayoría son por ataques de dementores, que siguen aquí para protegernos del tal Sirius Black. Esos días llevo mis cosas de clase a la enfermería para hacer los deberes allí y poder atender al enfermo rápidamente.

Uno de los días, cuando llego está Dean Thomas en la enfermería echando murciélagos por la nariz. Ginny, pienso, y no puedo ocultar una sonrisa. Tuve que quedarme todo el día cuidando de él, recogiendo a los murciélagos que se escapan y acabamos haciendo los deberes juntos, cuando su nariz se relaja bastante como para permitirle hablar. Dean se fue de la enfermería el mismo día.

Pero como no hay mal que por bien no venga, ni bueno que no sea malo, un día la canica empieza a arder en clase de Herbología y me escapo como puedo de los chillidos de la mandrágora. Sonriendo por librarme de esa tortura, me bajo los tapaorejas al cuello y entro en la enfermería, preguntando (como de costumbre) quién está encamillado ahora, y hoy me resulta alguien muy raro: tiene la cara llena de bultos amarillos y no se le reconoce.

-¡Vamos, tío!- grita un pelirrojo al lado de la camilla. Es George, por lo que el encamillado debe ser Fred.

Eso me pone nerviosa. Nunca antes había atendido a Fred... ¿Y si me equivoco? ¿Y si le receto una solución que no le sirve?

¿Quién es el paciente? No estés insegura, nunca fallas.

Ah, la voz de Draco siempre dando ánimos, que por cierto, han funcionado. Ahora estoy más calmada, supongo que solo necesitaba un poco de apoyo...

-¿Qué pasa?- pregunto, echándome encima la túnica blanca que Pomfrey guarda para mí.

-No estamos seguros, por eso te he llamado- dice la señora Pomfrey, y sin dudarlo un segundo más, me acerco al inmóvil Fred.

-¿Qué tiene en la cara?- pregunto, tocando uno de los bultos que le deforman la faz. Está muy blando, es como si fuera un globo de agua y aire amarillo y viscoso.

-Estábamos probando un método para granos saltones y... Bueno, creo que es eso- George se encoje de hombros.

-¿Está consciente?

-Sí- contesta Pomfrey.

-¡Weasley! ¡Weasley!

Bajo la capa de bultos que solía ser su cara suena un gruñido.

-Intenta contestarme. ¿Oyes bien?

Fred gruñe otra vez.

-A ver, un ruido es un sí y dos son un no. ¿Te duele?

Grr. Grr. No, parece que no le duele.

-Estupendo. Pues no te muevas, vamos a bajarle la hinchazón a eso.

Eso lo dice la señora Pomfrey, no yo.

-Ailey, querida, acércame la solución de murtlap.

-¿No serìan mejor unas babas de fénix? Que yo sepa, el murtlap es para cicatrizar...

Hija De Nymphadora TonksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora