31. Piñas

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Cuando salgo de la enfermería, me dirijo inmediatamente a la sala común. No tengo ganas de nada, excepto de curar algún hueso roto con esta recién descubierta vocación hacia la sanación, y no puedo pedirle a nadie que se rompa un hueso para hacerles un episkey tranquilamente.

Es decir, no tengo confianza para eso, ¿no?

Le doy vueltas a la bolita entre mis dedos. Tiene aproximadamente el tamaño de una snitch, pero es tan ligera como una pluma y tan translúcida que casi no se ve. Hmm, está fría. No se cómo se las arreglará la señora Pomfrey para avisar a la bolita, pero espero que lo haga rápido.

¡Ah, sí! Seguro que es con magia.

-Contraseña- pide la Dama Gorda.

-Piña piñata- digo, y el cuadro se abre para dejarme entrar en la sala común.

Allí todos me felicitan por la snitch y me preguntan por mi brazo, que muestro sonriendo y con orgullo.

-La señora Pomfrey me enseñó a curarlo, ya no duele.

Sonriendo y con orgullo, dos cosas que ni se me habrían pasado por la cabeza en la Semana del Borrón. De hecho, ahora que me doy cuenta, estoy perfectamente bien: ni rastro del pelirrojo, y seré ayudante de sanadora, he ganado el partido y...

Antes lo pienso, antes aparece. Fred y George se acercan, pero Fred no sonríe. Y bueno, yo ya tampoco. Miro para otro lado, pensando que Fred va a insultarme o cualquier cosa del estilo que ha hecho esta semana, pero su reacción es muy distinta a la que había imaginado:

-¿Tienes bien el brazo, estrella del día?

Su tono es neutral, así que no distingo si es un sarcasmo o no, por lo que contesto en el mismo tono y mostrando el brazo:

-Sí, me lo curé yo.

Fred acerca la mano a mi brazo, dubitativo, pero algo le hace decidir retirarse. Me encojo de hombros y se me ocurre darle un golpecito con los nudillos al antebrazo, como nada se rompe, decido darle otro.

-¡Quieta! ¿Qué haces?- exclama George.

-No se rompe- sonrío.

Y creo que ya estoy recobrada; he sonreído. Delante de Fred. Oh, ¿no es precioso el quidditch, y sus fracturas de huesos?

Narra Fred Weasley

Ya echaba de menos su sonrisa. Y pensar que estuvo toda la semana así por mi culpa...

Narra Ailey Abbado

Fred y George se quedan mirándome el antebrazo.

-Solo es un brazo- digo, pero miro únicamente a George. Todavía no soy capaz de encarar a Fred sin recordar que los tiempos felices ya han acabado...

-¿Puedo tocarlo?- pregunta George, y como única respuesta, le tiendo el antebrazo. George se queda mirándolo y, al poco tiempo, pone la mano encima-. La virgen, quema.

-¿Ah, sí?- pregunta Fred, y sitúa su mano junto a la de George. Tres, dos, uno...

Sí, acabo de darme cuenta de que esto es raro, así que retiro el brazo.

Subo corriendo a la habitación, sin apenas responder a las felicitaciones de la gente, y me alegro de comprobar que el cuarto está vacío.

Saco la capa y me detengo a inspeccionar el baúl; entonces caigo en la cuenta de que aún no he escuchado cómo suena la radiopiña de Hermione. Me la echo en el bolsillo y salgo apresuradamente del castillo, sin mirar a nadie ni hablar con nadie. Decido refugiarme en el rincón del sauce boxeador, donde las ramas no llegan a golpearme pero donde no me ve nadie.

Hija De Nymphadora TonksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora