48. El piano

60 5 7
                                    

-Dios, Ailey, ¿ahora qué pasa?- dice Leah, y entre sollozos, le explico que esa cena de carne con manzanas era lo único que Fred y yo podíamos comer en Albania.

-Ese Fred...

Esa noche no toco la cena, simplemente dejo que Draco y Leah discutan mientras tiro cuchillos con muy poca fuerza.

-¿No tienes hambre?- pregunta Draco.

-Sí- admito-, pero no quiero comer. Voy a devolverlo todo.

Pero al final de la noche acabamos escuchando música en la radiopiña y se me pasa el disgusto.

El resto de la semana pasa básicamente igual: por las mañanas hacemos el intento de terminar los deberes, y por las tardes bajamos al pueblo para reunirnos con nuestros amigos muggles.

-¡Y aún no te has visto Juego de Tronos!- me replica Claire.

-¡Si allí ni había recordado encender el móvil, voy a verme Juego de Tronos!

Y Claire y yo seguimos discutiendo durante toda la tarde. A la mañana siguiente, fui a explorar la casa acompañada del pensamiento de Draco, y encuetro una habitación con un piano.

-¡Un piano!- grito, sin apenas darme cuenta de que Draco no me oye.

Pero vaya si me oye, pues un segundo y medio después se aparece Dobby arrastrando a Draco.

-Ya puedes irte- murmura Draco, sin mirar siquiera al elfo, pero yo le pido que se quede.

-Quisiera que me escucharas tú también- le susurro al elfo, y entonces continúo hablando en voz alta-. En mi pueblo muggle yo tocaba el piano, quiero ver si aún lo recuerdo.

Me siento en la banqueta roja y acerco el asiento al piano de cola, que es gigante. Nunca había visto uno; el año que ingresé en Hogwarts iba a presentarme a la prueba del conservatorio, el único sitio donde los hay.

Intento recordar la partitura que toqué la última vez; era complicada, tenía un ritmo de lento a rápido. Y muchos acordes extraños, asonancias y teclas negras. No obstante, consigo interpretar las cuatro hojas de memoria más o menos sin fallar.

Retiro las manos del piano y miro a Draco y Dobby, expectante, pero ellos no hacen ningún gesto. Ambos están mirando las cuerdas del piano, sin mover la cara, con un asomo de sonrisa y tarareando la melodía que acabo de tocar.

-Bueno, ¿qué os parece?

Y las palabras los sacan a los dos de su ensimismamiento.

-Nueva ama toca muy bien, eso piensa Dobby- murmura el elfo, mirando con miedo a Draco. ¿Es que si Draco piensa que toco mal, Dobby debe pensar lo mismo? ¿Pero qué es esto?

La cosa es que Draco sigue un poco hipnotizado, y no contesta.

-¡Draco!- grito, y el chico pega un respingo-. ¿Me has escuchado?

-Hola- dice él, sonriendo. Pero bueno, ¿y ahora qué?

-¿Me has oído?- repito pausadamente.

-Me llamo Draco- prosigue él, sin hacerme caso-. Draco Malfoy. ¿Y tú, cómo te llamas?

-¡Qué te pasa!- chillo, plantando toda la mano en el piano. Al oír la discordancia de las notas, Draco da otro respingo, sacude la cabeza y al fin reacciona.

-¿Me dirás tu nombre, princesa?

-¡Si ya sabes mi nombre!- grito, perdiendo los estribos por complento-. Draco, ¿qué cojones te pasa?

-Oh, ¿hablarás alguna vez?- dice él.

-Ya vale de tomarme el pelo. Jode bastante.

-Mueves la boca, pero no hablas. Oh, ¿alguna vez entenderé lo que dices?

Hija De Nymphadora TonksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora