20. El día del baile #2

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-¿Qué mierda haces tu aquí?- grita Hermione, nada más Draco y yo entramos por la puerta.

-Pues... Yo también tendré que prepararme, ¿no?

-¡Si faltan tres horas!- salta Hermione, irritada. Creo que el rechazo de Draco por el baile le ha afectado más de lo que quiere admitir...-. Un tío no tarda más de dos minutos.

Draco se encoje de hombros y pasa al lavabo, como si nada. Hermione todavía sigue removiendo su poción alisante, y Leah se maquilla con uno de sus mil tonos. Yo me quedo parada, mirando fijamente un espejo. Aún tengo tiempo...

-¿Tú no te arreglas?- me pregunta Draco.

-No sé usar esos maquillajes- admito, sacando la cajita de pintura que me regaló Tonks-. Seguro que son mágicos.

-Trae, yo te ayudo.

Nos sentamos en el suelo (el resto del espacio no está mucho más limpio) y Draco saca un tubo que parece pintalabios.

-¡Ah, esto es normal, viniendo de Tonks!- dice, jovial, y abre el tubo que, efectivamente, es un pintalabios rojo-. Toma, póntelo.

-Eh... Soy mala, horrible, con las pinturas- susurro, y Draco asiente.

-Por suerte yo no soy tan malo.

Draco me alza la barbilla suavemente, tanto que me hace sentirme como una pluma, y cierro los ojos por inercia; en seguida noto la fría barra en los labios y dos segundos más tarde, Draco dice:

-Listo. Mírate.

Me incorporo y me sitúo frente al espejo; la figura del rubio no tarda en aparecer a mi lado. No me quito la capucha para no verme el asombroso peinado de Tinky aún, pero me miro los labios: son de un rojo intenso pero mate, y combinan a la perfección con el jersey negro de la señora Weasley.

-Ahora cámbiate de túnica- ordena Draco, y estoy a punto de quitarme el jersey sin miramientos cuando Hermione dice:

-¡Ailey! ¿Te vas a cambiar así, sin más, delante de Draco?

-Sí- digo, claramente, y Herms se encoje de hombros, volviendo a su poción. ¿Qué? Es gay, no puede... pues eso, yo me entiendo.

-Es que Drailey es real- excusa Leah, sin soltar el eyeliner ni apartarse del espejo.

Draco niega con la cabeza, pero aun así lo obligo a darme la espalda cuando me quito la capa y el jersey.

-¿Me ha despeinado la capucha?- les pregunto a las chicas y ninguna mira, pero Draco sí.

-No, está perfecto- dice, y cuando recuerdo que estoy en sujetador, me tapo como puedo, sonrojándome.

Draco se ríe, pero yo murmuro amenazante:

-Date la vuelta.

Él no rechista y se tapa los ojos, momento que aprovecho para meterme en la túnica de gala con mucho cuidado. La túnica tiene los hombros al aire y las mangas muy largas, y a mí me encanta.

-Ya está- sonrío, y me recoloco la capa con su capucha.

-No te pondrás eso luego...- murmura Draco, y niego con la cabeza-. Vale, ahora mírate.

Vuelvo a encarar al espejo: el pintalabios, antes rojo chillón, se ha vuelto de un rosa tenue y brillante, que complementa al tono del vestido perfectamente, y ahora comprendo cómo funciona la caja de pintura cambiante de mamá.

-¡Oh, me encanta! Rubio de bote, ¿puedes acabar de pintarme?

Draco asiente, y saca el rímel. Mientras me va maquillando me toca la cara delicadamente, como si fuera la cosa más frágil del mundo, y la forma en la que me estira la piel hace que me sienta como el cristal. Es algo tan maravilloso, tan liviano, que he decidido que nadie más (aparte de Fred, por supuesto) me tocará la cara jamás.

Hija De Nymphadora TonksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora