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Fred. Destrozar de esta manera a una persona no es normal. Eres gilipollas. Y no entiendo cómo has entrado a Gryffindor.

Dejo a Oliver desahogarse sobre mi hombro, sin hablar. Es mejor dejarle llorar y hablar, que no saltarle con frases estúpidas del tipo «debes recordarla con una sonrisa» o «no llores, es peor». La espera me parece interminable, y ahora mismo Oliver desprende una energía lo bastante negativa como para hacer que un dementor se suicide.

Maldito Fred.

Cuando Oliver al fin se calla, se limita a seguir llorando sobre mi hombro, le acaricio el pelo, diciendo:

-Edika está bien. Estoy segura de que está bien. ¿Cómo puedes decir que está...?

-Mamá- dice-. Mamá me ha mandado una carta.

Le mando un mensaje mental a Draco.

Si Fred y George están en el comedor, mándalos a la enfermería. Ya.

-No te fíes mucho, Oliver. Puede... No, no es nada. Por cierto, ¿qué haces aquí?

-Katie me oyó llorar- contesta con la voz apagada-. Y me obligó a venir. Creía que había un dementor en mi cuarto. Pero...- se saca un papel doblado del bolsillo y me lo enseña. Es la carta de su madre, supuestamente-. Es mucho peor.

Oliver empieza a llorar de nuevo, y me da una pena, me siento tan impotente, que estoy a punto de gritar. Pero lo que hago es conjurar una caja de pañuelos.

-Usa los que quieran. No se terminarán.

Y solo he resistido el impulso de llorar junto a él porque sé que Edika sigue viva, que los cabrones de Fred y George lo han hecho todo. Bueno, solo Fred.

Intento controlar mis nervios, respirando hondo una y otra vez. Un, dos, tres. Ya está.

Le echo un vistazo a la carta que me ha dado Oliver: la caligrafía es parecida a la que intentaron hacer Fred y George, es desordenada y la dirección de la línea va hacia abajo. Alguien se sentía bastante triste al escribirla, estudié dos meses de Grafología y así aprendí muchas cosas sobre el carácter de las personas según su caligrafía.

-Eso duele- dice la voz apagada de Oliver, y le miro a los ojos. Está a punto de llorar otra vez, pero no intento detenerle-. Duele. Es como un invierno, pero en el interior- se toca el pecho-. Justo aquí. Es una maldita estaca de hielo clavada en el corazón, o como si me hubieran arrancado una parte de mí. Y se que no volverá. ¡Pero duele, joder, duele!

-Oliver, si quieres, ahí hay un lavabo...

Y no se para qué querría Oliver un lavabo ahora, pero me ha dado la impresión de que lo necesitaba.

-No, yo... No. Estoy bien, gracias.

-No estás enfermo, no- diagnostico, con la vena enfermera al aire-. Entonces no deberías quedarte... Pero creo que te ingresaré- cojo el portapapeles y apunto el ingreso de Oliver Wood por "ataque de dementores". Sé que la señora Pomfrey lo sabrá de inmediato, y si se da cuenta de que no es un ataque de dementores, espero que sea compasiva-. Necesitas compañía, quizá el trabajo, aunque sea al verlo, te ayude. A mí me ayudó, con Rin... No, da lo mismo.

-Gracias- murmura Oliver. Demasiado tierno, mi corazoncito no podría soportarlo. No me aguanto ese beso que le estampo en la mejilla-. ¿Sabes algo?

-No, ¿el qué?- me siento a su lado en la camilla, bastante cerca; es realmente pequeña.

-Acabas de encender una cerilla dentro de mí- dice.

-No sabía que eras tan, ¿poético?- sonrío.

Hija De Nymphadora TonksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora