Parte 1: Capítulo 6

6 0 0
                                    

Capítulo VI

Persecución

Al cabo de un rato parece que los guardias han perdido el rastro de los individuos al igual que yo. Pero luego me fijo en el reflejo de uno de los faroles y veo dibujadas dos sombras efímeras.

Arranco a correr con todas mis fuerzas aunque pronto me doy cuenta de que no servirá de nada. Ellos llegarán antes que yo, ha sido mala idea seguir un camino distinto. Debo llegar a mi mochila. Sinó, lo poco que he conseguido hasta ahora se irá al traste.

Trepo por una casa y logro verlos por un segundo. Van en dirección al edificio, sin lugar a dudas. Por supuesto: de toda la ciudad, van a refugiarse en el único tejado lo suficientemente alto como para perder a los guardias. Y solo a mí se me ocurre refugiarme en el edificio más alto y frecuentado. ¿Y cómo iba a saber que ahora estaría persiguiendo a dos sombras por los tejados de Veevarest?

Corro hacia ellos hasta perderlos de vista y, sin darme cuenta, ya estoy trepando por la pared del edificio de marfil. Al asomar la cabeza, la escondo de inmediato y me quedo colgando. Pasados unos segundos me doy cuenta de que no podré permanecer así demasiado tiempo y, antes de que mis dedos fallen, me incorporo y pego todo el cuerpo en el tejado, rodando sobre mí misma hasta una chimenea.

Al asomarme los veo. Están de pie descansando y hablando en un extraño lenguaje. Uno se encuentra con las manos en las rodillas, exausto y jadeante por la carrera mientras el otro trastea con mi mochila y la vacía por completo, inspeccionando el contenido de su interior. Cuando saca mi camisón rojo se lo acerca al rostro para olerlo y después pronuncia unas palabras que no entiendo, aunque de todos modos siento una sensación de repulsión.

El otro se gira hacia mí para mirar a su compañero al mismo tiempo que yo me agacho para no ser vista. Empiezo a cambiar de opinión: quizás lo más seguro sea alejarme de aquí cuanto antes y olvidarme de la mochila, olvidarme de todo esto y volver a casa a pesar de las consecuencias. Adoro mi exagerada curiosidad, pero en más de una ocasión esta me ha llevado a malas situaciones. Y la de ahora supera a todas aquellas que hayan tenido lugar en toda mi vida.

Retrocedo despacio, pero el crujir de una teja en mal estado me delata. Escucho mascullar a uno de ellos y en seguida corren hacia mí y me rodean. Profiero un grito ahogado y mis músculos quedan paralizados. Los Salvajes quedan perplejos al encontrarme e intercambian miradas de desconcierto sin saber cómo deberían reaccionar. Una chica en un tejado no es nada común, ni siquiera para los asesinos más temidos por los ciudadanos.

Y aquí me encuentro: con la espalda pegada a una chimenea y dos Salvajes por delante.

Respiro muy rápidamente. Como ya no puedo esconderme, busco con la mirada alguna escapatoria hasta que mis ojos se posan en ellos. Caminan medio acotados, como si fueran dos hienas acechando a su presa. Tienen los hombros manchados de algo negro y como única prenda llevan una especie de pantalón que les llega por encima de las rodillas. Practicamente me doblan en altura. Luego contemplo sus fieros rostros y quedo perpleja. Uno tiene el cabello castaño oscuro y los ojos oscuros también. El otro tiene el cabello negro y los ojos oscuros.

Recuerdo cuando era pequeña que mi madre me contaba historias sobre Salvajes que vivían en el bosque, de pieles negras y rostros horribles, pero la realidad no es esa. Sus pieles no son negras y sus rostros son de lo más normal. Bueno, de lo más normal teniendo en cuenta que están confusos y algo mosqueados. Me doy cuenta de que me he distraído y vuelvo a ponerme alerta hasta que uno le dice algo al otro y este se acerca con pasos furtivos hacia mí. Cubro mi rostro con los antebrazos, pero recibo un fuerte golpe en la cabeza y una mancha negra obstruye mi visión hasta cegarme por completo.

IgneousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora