Parte 1: Capítulo 18

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Capítulo XVIII

Bajo la cascada

Tras la cena, comprendí por qué los Salvajes de la hondonada optaron por la carne de caballo aquella vez en la que nos atacaron con lanzas. Uriah regresó poco después, justo cuando yo intentaba quitarme el sabor agrio que se me había quedado en la lengua. Se sentó con la espalda apoyada a un árbol, como de costumbre, mirando hacia el fuego y sin decir palabra se quedó dormido. No nos dirigió la mirada a ninguno de nosotros pero yo no hice más que mirarle a él y en algunas ocasiones a las caras de preocupación y culpabilidad de Alanis.

Al día siguiente conseguí levantarme fresca aunque la herida del estómago todavía me dolía.

Antes de partir, Alanis le pregunta a Uriah por su estado y este le responde que se siente mejor aunque llevo el suficiente tiempo con él como para saber que miente. Esa expresión que intenta parecer dura cuando por dentro siente un dolor tremendo.

Caminamos en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos salvo yo, que protejo a Uriah de las crueles miradas que Symmus le lanza y reprime cuando le pillo.

Al llegar, una gigantesca cortina cristalina cae con fuerza desde mucha altura. Me asomo y me mareo al ver el lejano sitio en el que aterriza el torrente de agua, cubierto totalmente con el denso vapor que se produce al chocar el agua contra las rocas. Me acerco y junto las manos para coger agua y a duras penas consigo contrarrestar la fuerza con la que se precipita el agua. Me llevo las manos a la boca y bebo lo poco que he conseguido coger. Alzo la vista mientras me seco los labios con una manga y descubro un estrecho y resbaladizo paso justo detrás de la cascada.

- ¿Hemos de pasar por ahí? - pregunta Symmus más animado de lo normal. Sigue enfadado conmigo pero le pierden estas situaciones peligrosas.

- Me temo que sí - responde Alanis - Solo he pasado una sola vez por aquí y fue en una situación de emergencia. Puedo deciros que no es nada sencillo cruzar la senda.

- ¿Qué situación de emergencia? - pregunto.

- Hace muchos años, cuando apenas sabía hablar, nuestra tribu se asentaba en las faldas de las montañas nevadas de Rhycund. Por lo visto hubo un gran alud y nos vimos obligados a adentrarnos más en el pantano, así que tuvimos que cruzar esta senda.

- Tiene pinta de resbalar - sugiere Sym.

- Resbala más incluso de lo que parece. El suelo está húmedo y liso debido a la erosión. No será tarea fácil llegar al otro lado, así que sugiero que crucemos en fila de uno.

Observo el conjunto de rocas, planas y redonditas, hasta que me doy cuenta de que Alanis empieza a cruzarla primero. Cuando va por la mitad, nos invita a seguirla. Symmus me hace un gesto para que pase yo primero.

Me veo tentada a asomarme para calcular alturas, tal y como hice la primera vez que salté al lago desde el acantilado pero Symmus me pone una mano sobre el hombro y niega con la cabeza.

Le asiento y miro de nuevo hacia delante. Nada más adentrarme en el pasillo, noto como el estruendo me engulle.

Me vuelvo y veo que Symmus va detrás de mí y a continuación Uriah. No tiene muy buen aspecto.

- ¡Symmus, deja que pase Uriah antes que tú! - grito por encima de la ruidosa cascada, que se precipita con fuerza - ¡Él es un cabiro, tenemos que ayudarle!

Symmus golpea a Uriah contra la pared y pasa hacia atrás a regañadientes. Agradezco por un momento que Uriah esté tan débil porque si no fuese así no quiero ni pensar en lo que le haría a Symmus. Creo que Symmus subestima lo que es capaz de hacer Uriah cuando no está en el estado en el que se encuentra ahora.

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