Parte 2: Capítulo 12

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Capítulo XII

Vapor

Al atardecer, Uriah me está esperando junto a mi padre. Sin formular palabra, Uriah y yo nos dirigimos a una llanura que se encuentra a las afueras de Rhycund, en un rincón algo más alejado del pueblo, por precaución: Rose nos espera en un prado completamente liso, un lugar ideal para practicar.

- No os preocupéis, no será nada - nos explica - hoy solo quiero ver cómo controláis vuestros poderes, eso es todo.

Al ver que ninguno de los dos formulamos palabra, Rose reacciona.

- Bien... Las damas primero.

Rose me prepara diferentes objetos en cuatro cuencos: uno está lleno de carbón, otro sostiene una pequeña estatua de piedra que simula un animal, otro contiene arena y al ver el último me estremezco. Agua. Me recuerda al racionamiento de agua que me ofrecían cada día en Sjraevha. No puedo evitar relacionar ese cuenco de agua con el hambre que me consumía día a día en aquellos reducidos metros cuadrados de celda.

- Concéntrate, Deia - me pide Rose con serenidad - Has de manipular estos elementos, haz lo que te plazca con ellos, pero controlando.

Cierro los ojos por un instante para forzar mi concentración y acto seguido alzo las manos en la posición que Landrose me indica. Todo es cuestión de agilidad mental. Todavía no sé cómo lo hago pero es algo parecido a trasladar el elemento a tu mente y luego canalizarlo a tu cuerpo, como una especie de conexión entre cuerpo y mente. Observo con detenimiento cada uno de los elementos, respirando lentamente y canalizando mi energía.

Me dirijo hacia la estatua; aprieto los puños y la rompo en mil pedazos.

- Bien - me felicita Rose, aunque se calla de inmediato para no desconcentrarme.

El carbón me resulta fácil; chasqueo los dedos y nace de la palma de mi mano una pequeña llama con la que enciendo el pequeño mineral, que no tarda en encenderse y consumirse, pasando a ser un montón de cenizas. Un olor parecido al azufre impregna el aire.

- Lo haces bien pero recuerda que debes controlar su intensidad. Solo es un pedazo de carbón, no una fogata - me explica Rose mientras asiente pensativa - Por favor, continúa.

Me dirijo al cuenco que contiene arena. Junto los pulgares de las dos manos y cierro el puño. En cuanto lo abro, un pequeño ciclón baila entre mis manos. Es la primera vez que hago esto y me resulta dificil mantener el pequeño torbellino y de repente se disipa. En cuanto creo otro, lo dirijo en seguida hacia el cuenco, que no tarda en vaciarse. Lo que el pequeño torbellino no engulle en su tirabuzón lo expulsa fuera del cuenco. Mantengo el remolino de arena unos segundos y luego hago caer suavemente la arena sobre el cuenco.

- ¿Es la primera vez que utilizas el viento?

Asiento.

- No te preocupes, no es un elemento fácil. Venga, continúa.

Me detengo ante el agua. Creo que debería elevarla y volverla a poner suavemente en el cuenco pero no es eso lo que se merece.

De repente en el agua se refleja el rostro de la hydra que me secuestró. Miro fijamente el cuenco y me vienen tortuosos recuerdos. Cierro los ojos y los aprieto con fuerza intentando deshacerme de todo pensamiento.

- Ya basta - ordena Rose.

Abro los ojos sorprendida por la voz de Rose y observo que el agua del cuenco se ha evaporado. El vapor se arremolina en mi cabello hasta desaparecer.

- No tenías que evaporar el agua, solo manipularla - me riñe.

- Lo siento, Rose, no me he dado cuenta.

- Deia, me interesa tu energía - me explica Rose - Pero no eres capaz de dominarla. Solo consigues emplearte a fondo cuando te enfureces. Y cuando te enfureces puedes resultar peligrosa.

- No la culpes, mamá, no sabes por lo que ha tenido que pasar en Sjraevha - me defiende Uriah.

- Tú tampoco lo sabes - le reprocho mirándole con los ojos muy abiertos - Tienes razón, Rose, intentaré mejorar todo lo que pueda.

- Bueno... - nos interrumpe Rose interponiéndose entre su hijo y yo - Es tu turno, hijo. Enséñame como llevas lo del fuego.

Rose le prepara otro cuenco de carbón y Uriah lo enciende con facilidad. Se nota que no es nuevo en esto.

- Bien hecho.

Rose retira los cuencos y a continuación nos hace un gesto para que nos aproximemos a ella.

- Ahora debo enseñaros a defenderos, pero...

- ¿Pero?

Rose me mira de hito en hito.

- No es tan sencillo. Verás, Uriah solo puede desviar ataques de fuego pero tú... No estoy del todo segura, pero creo que puedes defenderte de todos los elementos.

- Pero eso es imposible.

- Más o menos, lo es. Todos podemos evitar ataques pero estos han de ser ataques directos. Si es un ataque preparado, es más poderoso y ese no lo podríais desviar. ¿Entendido?

- Sí.

- Bien. Pues ahora empecemos con los chicos. Deia, tú eres la única que puede atacar a Uriah aquí porque yo soy una terraria. Vamos, intenta lanzarle una llamarada.

Obedezco a Rose y me pongo frente a Uriah. Este tiene el rostro serio y la mirada dura, como de costumbre. Retrocedo un paso para coger impulso y suelto una llamarada con las manos. Uriah abre la palma de la mano en mi dirección y desvía el ataque hacia un lado, como si fuese una cortina. Suelto aire de golpe, frustrada por ser todavía tan inexperta en esto.

- Bien. Ahora tú - dice Rose señalándome - Como tú puedes defenderte de todo, lo intentarás conmigo.

Rose junta las palmas de las manos y seguidamente las golpea en el aire dirección al suelo, haciendo que se levante como una especie de ola de tierra. Intento imitar a Uriah y compruebo que la ola de tierra va perdiendo potencia hasta que llega a mis pies como un pequeño temblor.

- Bien hecho.

- Vaya... No pensé que fuera a conseguirlo - pienso en voz alta.

- Lo habéis hecho demasiado bien como para ser la primera clase... - explica Rose, pensativa – Aunque es cierto que se lleva dentro. Es cuestión de concentración.

Uriah y yo nos miramos por un instante. Es realmente una buena noticia que Rose piense eso.

- No volveremos a impartir esta clase - prosigue.

Eso sí que lo veo excesivo.

- Debemos prepararnos...- le suplico.

- No la necesitáis - concluye sonriendo – Además, prefiero que los aldeanos no te vean empleando el agua como elemento. No les tengas en cuenta el trato que hemos hecho, ellos te quieren, pero temen más a las hydras

Miro de soslayo a Uriah y este me devuelve la mirada.

- Descansad. Os lo merecéis.

Uriah y yo empezamos a descender por el prado envueltos en un incómodo silencio. Aunque no tan incómodo, pues yo estaba sumersa en mis pensamientos, preguntándome por qué Rose había considerado que ya no la necesitábamos. Ella ha visto que tengo problemas con el agua y aún así ha anulado las clases. Esto no puede seguir así. No puedo decaer cada vez que me planten delante un simple cuenco con agua.

- ¿Cómo ha ido? - pregunta Alanis cuando llegamos.

- No lo sé.

- ¿Cómo...?

Sigo caminando hasta que doy con el abrigo que Rose me prestó y me envuelvo con él.

Escucho a Uriah cómo les explica lo ocurrido y ellos, por algún motivo u otro, deciden no hacerme más preguntas al respecto.


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