Capítulo XX
Rehenes
Una luz me golpea en los párpados cerrados aunque estoy débil y solo logro proferir un gruñido. La luz desaparece y es sustituida por otra más tenue. Mentiría si dijera que esa luz me molestaba. Más bien al contrario, porque me dio la información que necesitaba: estoy viva.
Además de viva, me encuentro tumbada en algo blando, una cama.
Sin abrir los ojos, me llevo las manos al abdomen y toco algo rasposo y tupido. Abro los ojos para ver de qué se trata pero en lugar de ver mi abdomen me encuentro con una manta que me cubre desde los hombros hasta los pies. Retiro la manta con cuidado y continúo sin ver la piel de mi abdomen: alguien me ha envuelto todo el torax con bendas. Frunzo el ceño e intento incorporarme pero debajo del conjunto de bendas siento una punzada en la piel y me dejo caer en la cama, rebotando un par de veces. De pronto recuerdo lo sucedido anoche: la mirada de Azimuth, rebosante de locura y júbilo, mirándome más allá del cañón de su trabuco, todavía humeante. Tras eso, apenas recuerdo nada más, salvo gritos y los pasos acompasados de los soldados que acudieron a la llamada del rey.
Observo las paredes de la habitación en la que me encuentro: son de madera tallada. La habitación en sí sería más oscura que una noche sin luna de no ser por la gran obertura que se encuentra al fondo, si miro en la dirección en la que apuntan mis pies, la cual debería haber tenido una puerta.
Todo esto es muy confuso pero algo sí sé: ya no estoy en Veevarest. Me llevaron a otro lugar tras el disparo. Lo recuerdo por los zarandeos que daba montada a lomos de un mutante. De pronto una sombra fugaz pasa de largo por el umbral de la puerta y oscurece la habitación por un instante, antes de que el sol se cuele de nuevo con una luz blanca que desprende sin piedad.
- ¡Eh, tú! - grito para llamar la atención de quién sea que ha pasado por ahí - ¡Tú!
La sombra aparece de nuevo y no consigo distinguir su rostro debido al contraste hasta que se acerca a mí lo suficiente. Es Cadmi.
- ¡Deia!
Cadmi se dirige hacia mí y se incorpora para abrazarme aunque con sumo cuidado.
- ¡Eh chicos, venid! - grita volviéndose hacia la puerta - ¡Ha despertado!
De nuevo más sombras cruzan la puerta en orden: Tulio, Caribdis y Escila.
- ¡Al fin! - suspira Tulio - ¡Creíamos que no despertarías jamás!
- Pues a mí no me extraña - añade Caribdis con un toque de arrogancia - Es lo que tienen las flores de Tirwée.
- Tuviste que usar el narcótico más potente del pantano - resopla Escila.
- Sí - le reprende Caribdis con enojo - si no queríamos que muriese del dolor durante la extracción de la bala.
- Os recuerdo - salta Cadmi que hasta ahora había estado observando a sus compañeros - que fui yo la que le extrajo la bala, así que no os colguéis el mérito.
- ¿Dónde estan mi padre y mi hermano?
Mi pregunta hace que mis amigos dejen de hablar y me observen enmudecidos, como si la pregunta les hubiera pillado desprevenidos.
- ¿Dónde estoy? - pregunto al ver que no responden a mi primera pregunta.
- En las Cabañas - responde Tulio - Y, antes de que te pongas histérica, te diré que el Jefe ha desertado.

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Igneous
AdventureEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...