Capítulo XI
Agua y lágrimas
Al día siguiente, Rose viene a despertarnos. Mientras los chicos se visten, yo me encierro en mis pensamientos, aislando mis sentidos y reflexionando sobre lo que ocurrió anoche.
- Empezaremos con combates singulares - explica mi padre cuando ya estamos todos listos y en fila en una hondonada del bosque - Cada día os enfrentaréis Alanis y Deia, Uriah y Symmus - explica mientras señala a las parejas - La práctica os fortalecerá día a día.
- Deia y Uriah, vendréis conmigo al anochecer y os enseñaré todo lo que tenéis que saber sobre el uso de los elementos - explica Rose con ímpetu – Deia, solo controlo un elemento pero creo que podré ayudarte a controlar los cuatro.
Rose se va a supervisar a los chicos y mi padre se queda a evaluarnos a Alanis y a mí, casualmente por supuesto.
Mi padre explica que no hay forma de enseñarnos a pelear ya que por muchos movimientos que aprendamos siempre actuaremos por instinto. Solo puede enseñarnos a fortalecer nuestra mente y nuestros músculos. Para empezar, nos pide a Alanis y a mí que nos enfrentemos en un combate cuerpo a cuerpo.
Alanis se establece frente a mí, tal y como le ordena mi padre.
- Esta prueba es solo orientativa. No conozco vuestra técnica. Ni vuestras debilidades. Ni vuestra fortaleza ni vuestra astucia. Solo cuando yo os dé la señal, podrá empezar la pelea y, recordad, no hay ninguna regla cuando te enfrentas a una hydra. O luchas o mueres. En nuestro caso, perderá la lucha aquella que caiga al suelo primero y no se levante de inmediato.
Mi padre nos mira a ambas con seriedad. El rostro de Alanis empieza a cambiar hasta adoptar un posado serio. Seguro que ella se ha enfrentado a muchos más que yo. Juega con esa ventaja. Espero estar a la altura.
- ¡Ahora!
El grito de papá apenas roza mis oidos cuando Alanis me asesta un fuerte golpe en la mandíbula que hace que caiga directa al suelo.
- Ouch... - me quejo mientras me masajeo el mentón.
- Oh, vaya... Lo siento, Deia - se disculpa Alanis acotándose a mi lado.
Escucho unas nuevas pisadas acercarse por un lado.
- Concéntrate - ordena mi padre.
Lo miro con desdén mientras me sujeto la mandíbula.
Me levanto de nuevo y sacudo la tierra de mis pantalones. Aprieto los puños. Mi padre da la voz de inicio y sacudo la cabeza en el intento de concentrarme.
Alanis corre hacia mí. Ella es menuda y muy delgada aunque es muy ágil. Si la ataco, debo enfrontarla sin permitir que me embista ni me ataque por la espalda.
La miro a los ojos, buscando alguna señal de sus intenciones pero en lugar de su cara, veo la cara de la niña. La que se transformó en sirena y mató a su hermano.
Alanis, al ver que no reacciono aprovecha para embestirme y pronto mi mejilla derecha choca contra el suelo. Quedo aturdida por unos instantes y Alanis me suelta de inmediato y esta vez me ayuda a levantarme.
Mi padre felicita a Alanis y me doy cuenta de que está disfrutando con esto.
El resto del día, Alanis y yo luchamos hasta morir de cansancio. No la he tumbado ni una sola vez en todo el día y al contrario que yo, ella ha acabado el entrenamiento ilesa.
Me duelen las rodillas y la cicatriz del abdomen me palpita en un punzante dolor. Aun así oculto mis rasguños e ignoro el dolor delante de papá. No entiendo por qué narices he de hacer esto. Prefiero entregarme ya y evitar más muertes antes que seguir entrenando y que siga muriendo gente por culpa de mi negligencia en combate.
- ¿Te enfrentas a un enorme felino y no puedes con ella?
- ¡Cállate Sym! - le ordena Alanis molesta - Deia, solo es por falta de concentración. Si en algún momento necesitas hablar conmigo...
- Te lo agradezco - la interrumpo sécamente. No estoy de humor para recibir lecciones y mucho menos de ella tras haberme hecho caer por lo menos una docena de veces. No tiene la culpa pero ahora mismo me siento demasiado irritada.
- Deia, hay algo que te distrae y creo que ni siquiera tú sabes qué es - insiste Alanis, esta vez con un tono levemente agresivo - Espero que te des cuenta pronto.
- ¡Eh, eh! - me llama Sym, que aparece justo a mi lado.
Continúo caminando sin detenerme.
- Deia - dice esta vez posando su mano firmemente en mi hombro- ¿Estas bien?
- Si, estoy bien - digo retirándole amablemente la mano de mi hombro - Solo necesito descansar un poco.
Continúo caminando hasta que alcanzo el pueblo. Camino con la vista baja hasta que oigo un débil ruidito proviniente de una casa. Miro hacia ella y observo que las cortinas están corridas y se mueven hasta quedar inertes. Ladeo la cabeza y observo a mi alrededor. Miles de ojos me observan desde las ventanas: ojos brillantes que observan escondidos desde la oscuridad de los hogares. Ojos asustados. Miradas tristes, aterradas o de desdén. A medida que avanzo, las cortinas se van cerrando a mi paso.
Me detengo y me vuelvo hacia las casas que ya he dejado atrás.
- ¡Siento todo esto! ¡Lo siento!
Sin esperar más respuesta que la del crujir del resto de cortinas al cerrarse, me dirijo hacia la orilla por la que llegaron las tropas y me siento en la arena. Hace frío, pero no el suficiente como para temblar.
- "Hay algo que te distrae y no sabes qué es" - repito la frase de Alanis con tono de burla - Pues si eso es lo que crees, ¿por qué no me lo dices tú?
Bufo de exasperación y decido relajarme y dejar la mente en blanco tras darme cuenta de que estoy hablando sola.
Dirijo la mirada a un punto fijo en el agua y mi mente me devuelve a unos minutos atrás.
"¿Qué he visto?" me pregunto a mí misma y acto seguido me respondo: "Gente asustada. Asustada porque controlo todos los elementos, asustada porque han depositado su confianza a una chica de 18 años".
¿Qué esperan de mí?
Bajo la vista y me observo las palmas de las manos, como si observándolas pudiera averiguar el secreto de su poder. Alzo la mano derecha y observo el lago: sus aguas tranquilas empiezan a turbarse hasta que una fina columna emerge de su superfície y es atraida por mi mano. Cuando el agua me alcanza, no se queda entre mis dedos sino que se desliza por mi mano hasta colarse bajo las mangas de mi camisa y dirigirse a mis heridas, no las antiguas sino las nuevas que me he hecho hoy. De pronto siento un profundo alivio y me pregunto desde cuando llevo soportando el punzante escozor de mis raspadas.
Las lágrimas brotan de mis ojos con toda libertad y resbalan por mis mejillas hasta mezclarse con el agua del lago.
Solo pueden esperar esto de mí. Agua y lágrimas para el enemigo. Nada más.

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Igneous
AventuraEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...