Parte 1: Capítulo 19

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Capítulo XIX

Trazos de tinta oscura

- Estamos muy cerca de Rhycund - me explica Alanis tras haber vuelto de buscar más ramitas para alimentar el fuego.

Asiento y contemplo el pálido y febril rostro de Uriah, ahora tumbado sobre un montón de hojas, descansando. Symmus está sentado a mi lado mirando el fuego y retorciéndose los dedos de las manos. Me pregunto qué habrán estado haciendo él y Alanis durante todo este tiempo. De pronto escuchamos un crujir de hojas en el suelo y todos volvemos la vista en la misma dirección.

- Iré a comprobar que no atraemos a ninguna alimaña - sugiere Alanis levantándose y adentrándose en la maleza como si se tratase de un paseo. Me pregunto si, como jefa, Alanis se habrá tenido que enfrentar cuerpo a cuerpo con alguna fiera en alguna ocasión. Yo lo intenté con una y casi muero en el intento. Siento cierta envidia por sus conocimientos del pantano: en la aldea, Symmus y yo éramos los que más sabíamos acerca del pantano y de sus peligros. Es duro ser destituida de algo en lo que creías ser la mejor aunque es comprensible si me comparo con una Jefe Salvaje.

Vuelco la vista hacia Symmus, que no ha dicho palabra desde que llegó del paseo con Alanis.

- ¿Por qué lo has hecho?

Symmus apenas reacciona cuando escucha mi voz, como si en todo este tiempo hubiese estado esperando esa pregunta.

- Él empezó.

- Tú le provocaste.

Symmus me mira. De pronto, su mirada me parece inusualmente apática.

- ¿Por qué lo proteges?

- ¿Y por qué no?

Ambos callamos durante un buen rato. Podríamos pasar horas discutiendo. Symmus ha sido testigo en el bosque de que Uriah, a pesar de acarrear con la tradición y los modales de un Salvaje, se empeñó en defenderme y, sin embargo, continúa odiándole. Sé el motivo pero ni siquiera en mi reflexión mental quiero recordarlo.

Durante el rato que pasa hasta que vuelve Alanis me dedico a buscar ramitas del suelo que hay a mi alrededor y rompo trocitos pequeños que tiro al fuego y se desvanecen con un chasquido parecido al de las piernas de Zayra cuando intenta levantarse de su acolchado sillón.

- Está muy débil. No llegará a Rhycund con vida - dice Alanis cuando llega del bosque, al examinar el estado en el que se encuentra Uriah.

- ¿Hay alguna manera de salvarlo?

Alanis asiente y luego mira a Symmus con elocuencia.

- No - suelta Sym rotundamente.

- Alanis... ¿Me prestas tu cerbatana?

Alanis se ríe a carcajadas bajo la mirada de asco de Symmus. Me resulta divertida la facilidad con la que Alanis coge la risa frenética y, de algún modo, me contagia.

- Deia... Me importas ¿vale? Y no quiero que lo hagas... - dice acercándose más a mí.

Entonces me levanto de golpe y cojo de un brazo a Alanis que aún se encuentra encogida abrazándose la barriga y riendo sin parar.

Nos alejamos a unos pocos metros del claro y observo a Alanis. Su sonrisa y sobretodo su risa, singular, no plural, me sorprende tanto como me sorprendería la de Uriah. Quizás no haya tenido demasiados momentos divertidos a lo largo de su vida: Tener que cargar con toda una tribu ella sola y haber perdido a su familia...

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