Parte 3: Capítulo 5

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Capítulo V

Dos voces

Está en el suelo, medio inconsciente. Yeray se encuentra a su lado y parece estar en peores condiciones. Me extraña que con toda la sangre que brota de sus sienes y tiñe sus largos mechones rubios de rojo, no esté ya muerto. Reconozco esas heridas: se las curé en cuestión de minutos justo cuando llegó para advertirnos de que Symmus y Alanis estaban en peligro. Cuando llegamos al barco una hydra lo redujo y las heridas de la cabeza le volvieron a sangrar. Esta es ya la tercera vez. Las hydras deben de haberle golpeado en la cabeza de nuevo y se le habrán abierto otra vez los cortes.

Golpeo el cristal con todas mis fuerzas. Grito. Luego lloro. Llamo a Uriah y a Yeray con todas mis fuerzas pero no me escuchan. Ambos se encuentran muy malheridos aunque agradezco por lo menos que sigan vivos. A pesar de sus comentarios e insultos, respetaba a Matt como a un compañero, pero me alegro de no haberme encontrado el cadáver de Uriah en el suelo y con el rostro ensangrentado, mostrando los dientes porque le han arrancado la boca. Pero sé que mi alivio no durará si no hago algo para sacarlos de aquí. Si las hydras los han traído al fuerte con vida es porque van a utilizarlos en mi contra. Van a torturarlos y me obligarán a mirar...

El desespero me invade como una ola de calor y golpeo el cristal con todas mis fuerzas.

Al fin consigo que Uriah alce la vista. Apenas puede mantener la vista al frente, pero sé que me ha visto porque he leído mi nombre en sus labios. Se arrastra hacia mí y va dejando un rastro de sangre a sus espaldas. Tanto Uriah como Yeray tienen heridas en la espalda. Son heridas muy profundas... Parecen obra de un látigo y sin embargo tienen la profundidad de una herida de daga.

El águila de Uriah, ahora troceada al igual que los demas tatuajes, brilla de forma muy débil y rezo por que no sea un reflejo de su estado de salud. Yeray también me ha visto y consigue sonreír levemente, pero no puede moverse. Está demasiado débil como para hacerlo.

Me sobresalta la mano sangrienta de Uriah, pegada al cristal y me siento junto a él, a su altura. Yo poso la mano sobre la suya y, aunque no nos tocamos, deseo transmitirle el calor y la energía suficientes como para que sobreviva. Tanto lo deseo que siento en mi espalda el ardor de mi símbolo, un aura iridiscente que se refleja en los ojos oscuros de Uriah pero en seguida se desvanecen al no encontrar a su receptor.

Pego la frente al cristal y él me imita. Deseo con todas mis fuerzas que este cristal desaparezca, que me permita estar con él. La pena me atenaza. Es posible que estos momentos para él sean los últimos. Golpeo el cristal con todas mis fuerzas y no puedo evitar llorar desconsoladamente, pensando en todos esos momentos en los que le he hablado mal con la excusa de protegerle. Pero ha sido en vano. He infravalorado el poder de intuición de las hydras y ahora lo pagaré muy caro. Pero es un precio que no pienso aceptar.

Uriah despega la frente del cristal, dejando una mancha de sangre. Quiere decirme algo, pero no logro escucharlo y niego con la cabeza. Lo repite de nuevo, esta vez vocalizando lo suficiente como para lograr captar el mensaje.

"Te quiero".

Esas palabras insonoras bailan al ritmo de mi pulso cardíaco. Mi corazón estalla en mil cristales que descienden lentamente como copos de nieve hasta mis pies. Muevo los labios e intento hacerle entender que yo también, pero de pronto se sobresalta. Me levanto y veo que unas cinco hydras vestidas con batas blancas han entrado en la sala. Primero se dirigen hacia Uriah. Él se pega al cristal y yo empiezo a golpearlo. Quiero romperlo. Quiero salvarle y llevarmelo lejos de esa habitación, de este fuerte.

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