Parte 1: Capítulo 10

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Capítulo X

No es más que un rasguño

Dedicamos todo el día a buscar ramas secas para hacer una hoguera, ya que en el pantano es un poco difícil a causa de la humedad. Cuando apilamos las ramas necesarias ya empieza a oscurecer.

- Yo me encargo de la hoguera, tu ve a ver cómo están los caballos.

- Voy - le respondo.

Camino hacia los caballos, que siguen estando en el río descansando. Cuando me ven se levantan sorprendidos. Yo en seguida cojo hojas tiernas de un árbol cercano y se las ofrezco. Acaricio a ambos mientras mastican. Nunca había visto a un caballo de cerca. Son más grandes y fuertes de lo que parecen y me gusta el bello de sus hocicos; es suave y de tonos blanquecinos. Me huelen y noto en mis manos su húmedo y frío aliento. Les doy una palmada y me alejo. Vuelvo hacia el claro donde Uriah me espera y le miro sorprendida, tanto a él como a la gran fogata que corona el pequeño claro en el que pasaremos la noche.

- ¿Cómo has conseguido hacer una hoguera tan grande?

Uriah pica dos piedras y de ellas nace una chispa. Me encojo de hombros y me siento a su lado extendiendo las manos buscando el calor de las llamas. Uriah tira los pedernales a un lado y me imita.

Apoyo la cabeza en el tronco y pierdo la vista en el cielo nocturno. En mi mente surgen demasiadas preguntas sin respuesta.

Los aldeanos de Vëersoyahr viven ahora en Veevarest porque una tal hyndra merodea por ahí. Suelto una carcajada silenciosa y miro hacia las copas de los árboles.

Nada tiene sentido. Por lo menos desde que papá se fue.

De repente me percato del silencio incómodo que crece entre Uriah y yo. Él también se percata y se frota las manos nervioso así que decido romperlo.

- ¿Cómo conseguiste provocar la estampida?

- Llamé la atención de un guardia y disparó.

- Oh... Claro, eso asustó a los caballos y provocó la estampida, ¿no?

De nuevo crece un silencio y se me acaban las ideas. Entonces decido preguntarle por qué le molestaba tanto el agua del río antes, solo para molestarle, pero él me pregunta algo al mismo tiempo.

- Tú primero - le ofrezco.

- ¿Echas de menos a tu familia, no?

Miro a Uriah con el ceño fruncido y finalmente decido contestar.

- Sí. Cuando se fue mi padre de casa lo pasé realmente mal. Dijo que...- miro de soslayo a Uriah. Voy a contarle algo de mi vida y sin embargo él no quiere contarme nada de la suya. Quizás él desconfíe tanto como yo así que continúo hablando - necesitaba aliarse con Sjraevha porque sinó inundarían Veevarest. Dijo que los aldeanos de Veevarest eran cabiros como los de Vëersoyahr...Todo esto me resulta muy extraño y no logro entenderlo. No dejo de darle vueltas, no tiene sentido... - le explico negando con la cabeza – no entiendo ni una palabra.

Uriah baja la mirada y juega con un montón de arena. Por un momento parece que me ignora pero veo claramente que intenta eludir la conversación.

- ¿Qué es cabiro?

Uriah mantiene la vista baja y se encoje de hombros. No doy tiempo a que se haga el silencio de nuevo.

- A ti será mejor que no te pregunte sobre los asuntos que te traen por Rhycund ¿no?

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