Capítulo IV
Nibai
- ¡Quiero...Más...Bebida! - berrea alguien arañando el aire con su voz.
Abro los ojos y me sobresalto. Después de unos segundos desorientada, recuerdo dónde estoy y la fría realidad vuelve a mí penetrante como el hielo. Seguramente habré cerrado los ojos sin darme cuenta. Me froto los ojos con las manos y miro de nuevo al horizonte, hacia la pared frontal del fiordo, ahora coronado por una aureola de niebla que se acerca lentamente, engullendo todo a su paso.
Empiezo a preguntarme cuánto tiempo llevo dormida hasta que de nuevo escucho una voz escandalosa y ronca.
- ¡Vvvvenga... Guuuuapa!
Me estremezco y miro en todas direcciones para averiguar de dónde viene la voz.
- ¡Te he dicho que no! - grita una voz femenina mucho más sobria e imponente, aunque no distingo de quién proviene.
Salgo de mi refugio y me dirijo hacia el primer árbol que encuentro.
Me acerco un poco más hacia el lugar de donde creo que provienen los alaridos, intentando no hacer ruido a mi paso, y me escondo tras otro árbol. Asomo la nariz por un instante y me escondo de nuevo cerrando los ojos con fuerza, esperando que la niebla sea lo suficientemente densa o que quién sea que haya hablado no escuche los latidos de mi corazón, que bailan al compás de mi miedo. Araño sin querer el árbol en el que me escondo, presa del pánico, hasta que una tez distinta a la humana hace que se me afilen los dientes.
- ¡Cállate!
Esa última voz... Ahora la reconozco. La reconocería siempre. Es una hydra. Me lo temía. No podía tardar en encontrarme con ellas, puesto que estoy cada vez más cerca del fuerte. Pero no parece haberse percatado de mi presencia. Es más, alguien la ha encontrado antes que yo y por la conversación que mantienen no parecen aliados. Sobretodo porque la voz berreante es de hombre y ya no existen hombres con poder sobre el agua.
Trepo a un árbol y avanzo con rapidez y soltura a través de sus ramas.
Me detengo cuando me parece divisar algo entre la niebla, en un claro cubierto de lodo.
- ¡Por favooorrr! - lloriquea un anciano que se encuentra preso en una especie de jaula mientras zarandea los barrotes.
Tiene el cabello canoso y le llega hasta los hombros en forma de greñas desaliñadas y grasientas. El harapiento anciano rompe una botella de lo que parece ser Skuten en una de las rejas y se tira al suelo, lloriqueando y dando patadas contra el suelo.
- En cuanto te convierta, podrás beber - sugiere la hydra que se encuentra a un lado manipulando un artefacto de dimensiones diminutas con una llave igual de diminuta.
Entonces comprendo la situación. El pobre borracho es humano como yo. Y lo que la hydra sostiene entre sus manos con suma cautela es el chip que usan para convertir a los contagiados en mutantes.
Debo salvar a ese viejo. Clavo las uñas en la rama en la que me encuentro para equilibrarme y avanzo hacia la punta para alcanzar a la hydra. Planeo mentalmente un ataque aéreo. Desde arriba. Silencioso, rápido y letal.
Recuerdo como Uriah utilizó la misma táctica aquella vez en el pantano para atraparme y se me encoje el corazón. En cualquier caso, yo no me lo esperaba y espero que la hydra tampoco.
El anciano calla. Miro en su dirección y me percato de que me ha visto. Me detendo y quedo paralizada. Sus ojos me observan como platos. Doy un respingo y le hago señas para que disimule y así no me delate.
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Igneous
AvventuraEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...