Parte 1: Capítulo 11

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Capítulo XI

Emboscada

Partimos al paso y avanzamos por el bosque durante horas y horas hasta que llegamos a un extenso prado. Llevamos todo el día montando y el sol empieza a descender y tiñe el cielo de naranja.

- ¿Una carrera? - pregunto a Uriah que se encuentra a mi lado irónicamente con la intención de combatir nuestro cansancio.

Sin responder, empezamos a galopar y yo lucho por seguir encima de mi caballo sin caerme.

Galopamos hasta el final del prado y continuamos velozmente por un sendero algo inclinado aunque pronto nuestros caballos empiezan a aminorar el paso. Demasiado esfuerzo por hoy para ellos.

Paramos a descansar unas horas después. Tengo los músculos agarrotados y empiezo a hartarme de montar a caballo durante horas sin ver ni un ápice de Rhycund.

- ¿Falta mucho?

- No demasiado. Quizás lleguemos dentro de unos días a este ritmo.

- Dentro de unos días...

- Empiezo a cansarme de tus quejas. En vez de eso ¿por qué no buscas un lugar seguro en el que podamos pasar la noche?

- Para ello tendríamos que seguir avanzando y no quedarnos a descansar cada dos por tres.

Uriah se tumba y se aguanta la cabeza con las dos manos. Parece cómodo con esa postura.

- No veo dónde está la prisa.

Le dirijo una mirada desafiante aunque me encuentro con una mirada seria e inexpresiva. Lo dice en serio.

Me encojo de hombros y me voy caminando en otra dirección, no por encontrar una solución, más bien para alejarme de él y reprimir las ganas de bofetearle la cara como hice la primera vez que lo vi. Para mí es como un hermano mayor, solo que no existe la confianza que suele haber entre hermanos. Parece deleitarse cada vez que me irrito por su culpa.

¿Qué edad debe de tener? A veces cuando lo miro parece que tenga la edad de Sym y otras veces parece incluso mayor.

El camino se ensancha y me doy cuenta de que me encuentro rodeada de secuoyas. Sus ramas son espinosas y sorprendentemente bajas. Quizá consiga encontrar algo desde lo alto en la copa. Quizá encuentre Rhycund sin necesitar su ayuda y así no tengo que depender de que a él le apetezca o no seguir camino. Empiezo a escalar por las ramas más bajas, las únicas que logro alcanzar, y su voz me sorprende a mis espaldas.

- ¿Qué haces?

- Creo que debería buscar desde lo alto de este árbol.

- Bien.

Uriah empieza a escalar junto a mí. Mis piernas tiemblan a medida que se van alejando del suelo. Un pequeño fallo supondría una fatal caída.

- Creo que desde aquí ya está bien.

Miro más allá de mis pies. Nos encontramos a una altura considerable.

- No te he pedido que me sigas.

- Lo sé, pero tampoco quiero ver cómo te aplastas contra el suelo.

- Tú cuida de ti mismo.

Veo a unos pocos metros de mis manos una bifurcación en el tronco. Es el lugar perfecto para buscar desde las alturas un lugar más seguro para descansar.

- ¡Aaah!

Una de las ramas cede bajo mi pié derecho y quedo en el aire durante un instante hasta que una fuerte mano me aplasta contra la corteza a tiempo de que yo consiga agarrarme de una sola mano a otra rama más estable. Me tiemblan las piernas aunque no tengo vértigo.

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