Capítulo VIII
De nuevo en el infierno
- No ha habido ganador. Nos han demostrado que ambos están igualados en fuerza. Por lo tanto, ambos entrarán en la manada de rastreo de mañana - explica la hydra como si hubiese memorizado las palabras justo detrás del cristal.
Hace un rato se han llevado a Uriah y en cuanto a mí, me he estado lamiendo todas las heridas que he podido. No pienso desfallecer ahora.
- Es impresionante - añade otra hydra que se encuentra a sus espaldas. Es joven y algo más alta que la hydra del frente y lleva un brazo entero bendado. Seguramente habrá tenido algun accidente con algun otro mutante. Me sorprende que todavía no hayan hecho nada al respecto sabiendo que cada vez que entran en esta sala pueden salir sin vida de ella.
- Me parece que es la primera vez que no entra un único mutante por eliminación.
- Nos pareció lo más correcto, Dianne. Imagínate haber perdido a alguno de estos dos magníficos ejemplares.
Dianne y la otra hydra continúan hablando mientras abandonan la sala y yo suspiro aliviada. Me tumbo y reflexiono sobre lo ocurrido, posando la vista sobre mis zarpas.
¿Cómo hemos conseguido volver a ser...nosotros? Yo me he convertido cuando he reconocido a Uriah y él... Cuando me ha reconocido a mí. Quizá tenga eso algo que ver o quizá no. Lo importante es que no todo está perdido.
La simple idea me da escalofríos. Si Uriah y yo consiguiéramos controlar esto... Podríamos conseguirlo. Aún queda esperanza. Una llama se enciende en mi corazón y el fuego brota como una amapola en primavera. Es una sensación maravillosa, como si después de una lluvia intensa y gris surgiera de entre las nubes un dorado y brillante sol. Y Uriah. Oh, maldita sea, Uriah estaba fatal. Está muy malherido pero me alegro de haberle visto de nuevo, al Uriah de verdad.
Me sobresalto cuando apagan la luz de mi habitación. Miro en todas direcciones, buscando algún indicio de que me observan y segundos después comprendo por qué lo hago.
Ahora no hay nadie vigilándome. Es el momento de intentar transformarme de nuevo.
Me levanto y me dirijo hacia la pared acristalada. Una tenue luz de emergencia hace posible que mi silueta se refleje en el cristal.
Cierro los ojos y respiro hondo. No necesito concentrarme demasiado. Pronto noto la misma sensación de antes, solo que menos dolorosa. Voy mudando de piel hasta que el reflejo del cristal muestra una persona. Mi cabello, de tonos rubios y cobrizos, mis ojos azules, mi tez... Vuelvo a ser yo. Observo mis manos, mis dedos, mis nudillos. Son los de siempre.
Palpo mi rostro y compruebo que nada ha cambiado, salvo por el corte que me atraviesa el ojo.
Ahora viene la parte difícil. Cierro de nuevo los ojos. Y enseguida vuelve mi prisión animal. Me fastidia la facilidad con la que vuelvo a ser un lobo.
Al día siguiente no espero acordarme de nada, de echo acepto que mi instinto vuelva pero el suceso de ayer asalta mi mente, persistente en mi cabeza dividida... O quizás ya no tan dividida. He perdido el instinto animal. O quizás ambas partes de mí se han fusionado y han decidido colaborar la una con la otra.
Las hydras pronto vienen a buscarme y me conducen hacia una enorme sala que jamás había visto antes. No tiene nada de especial salvo que es enorme y que en ella se encuentra la mayor concentración de mutantes que jamás había visto. Siento cómo empiezo a temblar ante la presencia de tantos animales juntos y peligrosos y sin darme cuenta me situan en una de las filas de rastreo. Uriah está junto a mí. Me pregunto si él también habrá recuperado el control sobre su mente y le olfateo. Espero un zarpazo de reproche que no llega. Éste se vuelve y me lame el hocico. Bajo la cabeza, aliviada.
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Igneous
AventuraEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...