Capítulo VII
Uriah
No estoy muerta. Un brillo me golpea en los ojos cuando intento abrirlos y los cierro rápidamente. Vuelvo a intentar abrirlos parpadeando muchas veces hasta que se acostumbran a la claridad del día.
Me encuentro bajo un techo de ramas y hojas que deja entrever el sol en lo alto. Debe ser ya mediodía. Recuerdo lo de ayer, cuando perseguí a aquellos Salvajes y luego...
Intento levantarme pero algo se hunde en la piel de mis muñecas y tira de mí. Estoy maniatada y dios sabe en que recóndito lugar del pantano. Mi cuerpo empieza a temblar con desenfreno y por un momento pienso que voy a desmayarme pero tras respirar varias veces me doy cuenta de que lo mejor será mantener la calma y pensar con claridad una manera de huir de aquí. Forcejeo
con insistencia hasta hacerme daño en las muñecas y tras mi máximo esfuerzo me derrumbo y dejo escapar unos sollozos. Cuanto me arrepiento de haber perseguido a aquellos Salvajes anoche. Intento liberarme de nuevo y al levantar la vista dejo de hacerlo cuando alguien me devuelve la mirada. Un montón de ojos curiosos me miran desde lejos. Me quedo paralizada mirándolos fijamente, al igual que ellos y sobretodo ellas. Miro hacia arriba y encuentro un montón de casuchas construidas en la copa de los árboles y conectadas entre si por cuerdas y lianas que hacen de puente. Creo que sé exactamente donde me encuentro.
- ¿Las Cabañas? - me pregunto en voz alta recordando las historias de mamá.
Uno de los Salvajes se acerca a mí y me bofetea en la cara justo cuando acabo de hablar. Alzo la vista desorientada y creo reconocer a mi atacante; fue el que ayer me golpeó en la cabeza. Empieza a cachearme y me estremezco. No llevo nada encima, y creo que he perdido mi mochila y las cartas para siempre. El Salvaje se dirige a mí en un extraño lenguaje y lo único que logro entender es que parece enfadado.
- Lo siento, no te entiendo.
- Dice que por qué les seguiste ayer - dice un joven bajito y de ojos pequeños y negros.
Miro a los ojos durante largo rato al chico mientras invento rápidamente una excusa.
- Necesitaba ayuda - improviso como bien sé hacer desde que era pequeña.
- ¿Sabes quienes somos?
Me quedo callada durante unos segundos meditando si debería responder a eso.
- Responde.
- Sois Salvajes.
- Antes has dicho que necesitabas ayuda. Si sabes quiénes somos y lo que hacemos, ¿por qué has decidido de todos modos acudir a nosotros?
Miro de nuevo al chico algo nerviosa, sobretodo porque mi agresor continúa demasiado cerca de mí.
- Sois a los únicos a los que puedo recurrir - respondo emfatizando con gestos seguros mis palabras.
- ¿No eres una espía del rey? ¿Y cómo has conseguido seguir a nuestros guerreros?
- No, no soy una espía - respondo - pero sé moverme por los tejados de la ciudad. Pensé que podríais ayudarme a llegar a Rhycund. Conocéis mejor que nadie el pantano y se trata de una situación de emergencia, yo...
Uno de los Salvajes me bofetea y hace que me muerda la lengua. Bajo la vista y me mantengo inmóbil. No sé qué he hecho mal pero de todos modos decido bajar la vista. El miedo empieza a consumirme a medida que el silencio se vuelve más denso.
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Igneous
AvventuraEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...