Capítulo III
Cristales rotos
El rechinar de las visagras de una puerta al abrirse me despierta de golpe. Miro en todas direcciones. La puerta principal de casa se ha abierto. Salto de la cama enseguida y grito a mamá para que se despierte. Contengo el aliento antes de abrir la puerta de mi habitación y en cuanto hallo el valor suficiente como para abrirla la cierro de nuevo de golpe.
Hay alguien en el marco de la puerta. Solo he conseguido ver su sombra y me recuerda a las sombras que vi ayer por la noche. Mi corazón late desbocado y se me cae el alma a los pies al pensar que mamá duerme en la habitación justo al lado de donde se encuentra el individuo.
Grito de nuevo a mamá y abro la puerta de golpe sin importar que el intruso me descubra. Corro hacia la barandilla y me paro en seco. No es un Salvaje. Desde luego que no lo es. Es alguien mucho mejor. Söda se asoma por su puerta, un piso más abajo que la mía, y se muestra tan atónito como yo.
- ¡Papá! – gritamos Söda y yo al unísono bajando las escaleras como potrillos enloquecidos.
Lo abrazo con fuerza y más tarde llega mamá, rodeándonos a los tres con los brazos y después besando a papá.
Noto un brazo, el de mi padre, que me aparta bruscamente aunque no le doy importancia y contengo las lágrimas de alegría que se niegan a abandonar mis ojos.
¡Papá está bien, no está en peligro, está bien y ha vuelto!
Estoy a punto de reprocharle el haberse ido de una forma tan violenta hasta que me doy cuenta de que algo no va bien.
Todos, mamá, papá y mi hermano me miran con un posado serio y yo no paro de sonreír hasta que me percato de ello.
¿Ocurre algo? ¿Por qué me miran así?
Miro a mis espaldas y después me observo a mí misma. Solo visto con mi habitual pijama, nada más.
- Necesitamos aliarnos con Sjraevha – me dice mi padre en tono neutral.
De repente la casa cruje y se oyen fuertes golpes que provienen de fuera. Por un momento pienso que es el viento arreciando con más fuerza hasta que el ruido se vuelve tan intenso que enciende una alarma en mi cabeza. Decido salir a investigar el origen de tal estruendo, ignorando el extraño comentario de papá, pero en cuanto abro la puerta una gran masa de agua me arrastra a la calle.
- ¡Papá! - grito pidiendo su auxilio en cuanto una ola me engulle. Veo a mi familia alejarse. No. Soy yo la que me alejo de ellos, arrastrada por la corriente.
"Sólo es agua, sé nadar".
El estruendo es cada vez mayor.
"Sólo es agua y sé nadar", me repito. Sé nadar, pero cada vez me siento más débil. Grito pidiendo ayuda pero nadie me escucha porque el estruendo aumenta. Braceo con todas mis fuerzas pero es inútil: el agua se torna cada vez más densa hasta adquirir la fluidez de la miel.
De pronto consigo salir a la superfície por unos instantes y miro a mi alrededor. Me encuentro nadando en el lago del pantano. Las terribles olas que me azotaban y me engullían al fondo se han convertido en aguas tranquilas y serenas, con una superfície plana y lisa marcada por los destellos del sol. Symmus se encuentra en la orilla.
- Deia - me llama Sym mirándome con decepción y con miedo- ¿Por qué haces esto?
Miro a Sym asustada y con los ojos muy abiertos. Debería dejar de hacer barranquismo durante un tiempo. Empiezo a nadar hacia él. Estoy a punto de llegar a la orilla para explicarle la visión que he tenido sobre mi padre pero el agua se vuelve turbia y, feroz, me traga de nuevo. Mis músculos empiezan a arder, extasiados. Mis extremidades están congeladas y mis pulmones no dan más de sí. Peso demasiado. Me hundo. Una ola me traga y me engulle a las profundidades. Abro los ojos, que me escuecen al contacto con el agua. Me arden los pulmones. Dejo ir el poco aire que me quedaba al ver cadáveres cerca. Gente que se ha ahogado al igual que yo si no consigo volver a la superficie. Tres de ellos me resultan muy familiares, y me miran con los ojos muy abiertos y sin vida.
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Igneous
PertualanganEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...