Capítulo XIII
Audiencia real
Ha pasado ya un tiempo desde el día en el que me descubrí ante nuestros compañeros lobo. Desde entonces, cada día se unen más mutantes a nuestras filas con su ayuda. Y cada vez nos cuesta más disimular frente a las hydras. Habrán consecuencias así que debemos actuar rápido antes de que entiendan lo que está ocurriendo entre los mutantes.
Ya somos la mitad. Nuestros compañeros lobos; Cadmi, Tulio, Escila y Caribdis, los primeros dos terrarios y el resto sílfides, dirigen a las masas y procuran que no llamen la atención lo suficiente como para alarmar a las hydras.
Una mañana, días después de encontrarnos con mi padre, nos despiertan a todos. De nuevo se escuchan bombardeos.
¿Acaso papá no advirtió de la prolongación de la tregua?
Mis pensamientos se detienen en una idea venenosa al imaginar el motivo por el cual no les ha llegado el mensaje. Debí de haberlo imaginado: si Uriah y yo lo encontramos con tanta facilidad, ¿por qué no iban a hacerlo otros mutantes?
Una de las hydras me ordena que bajemos al lago subterraneo para tener una audiencia con la reina.
¡Al fin! El momento más esperado desde que entré aquí. Al fin podré ponerle cara a la sombra que intenta matarme en cada una de mis pesadillas. Con nuestros compañeros atacando desde fuera y nosotros los mutantes atacando desde dentro, podemos vencer.
Aunque temo por los mutantes que todavía no han sido liberados. Seguimos siendo la mitad y si el momento se acerca... Las palabras de Mattson hacen eco en mi memoria: "Hacer un sacrificio por el resto de la humanidad".
Marchamos por los pasillos como solemos hacer habitualmente, alicaidos y cansados.
Esta vez, un centenar de hydras nos guía haciendo un pasillo humano a cada lateral de la formación hacia un recóndito lugar en la penumbra de una cueva inmensa a la que solo podemos acceder mediante unos pasillos mohosos y resbaladizos, palpando el suelo e intentando no caer a un vacío desconocido.
Marchamos como solemos hacer siempre... Más o menos. De vez en cuando he de golpear a algún que otro animal espitoso. Éste, al ver quién le ha golpeado, se repone e intenta imitar a alguno de los animales que no han sido liberados del yugo de su instinto.
Al fin vislumbro una ténue y sobrecogedora luz violada que parpadea. Pronto descubro que se trata del reflejo de las ondas que crean el agua. El agua está agitada... Eso significa que algo la está agitando. Compruebo si alguna hydra está ejerciendo su poder pero ninguna de las presentes lo hace. Una brisa fresca y salada acaricia mis pómulos. Si hay viento, quizá haya una salida cerca. Nuestra vía de escape.
La cueva es inmensa y acentúa el eco de nuestras pisadas sobre un suelo rocoso y plagado de salitre.
¿Agua marina aquí en Sjraevha? Nunca he visto el mar, pero desde luego ese lago debe de venir de una especie de acueducto que conduce al mar abierto. Ellas también tienen una vía de escape por si algo sale mal.
A lo lejos, una figura que aguarda en un trono hace que se me detenga el corazón.
Pienso en todas las muertes que habrá ocasionado... No. No puedo hacer esto por venganza. Hay mucho en juego. Debemos actuar con precisión y no llevados por un sentimiento de ira.
Algunas filas se revuelven y yo ladro en un desesperado intento de que guarden silencio. El eco hace el resto y veo como mi gemido funciona. Aunque enseguida me arrepiento cuando una hydra entrecierra los ojos y comenta algo con la hydra que tiene justo en frente. Ambas me miran y sonríen. No entiendo nada y eso me ayuda a meterme más en mi papel de animal.
Uriah camina despacio y con la mirada al frente. Decido concentrarme, fijando la vista en sus puntiagudas orejas escondidas en su espeso y rojizo pelaje.
Vemos a lo lejos como una hydra golpea con el látigo a una pequeña ave y ésta se zarandea y bate las alas nerviosa. No es de los nuestros, pero se parece a Yeray. Mi pecho se tensa y se contrae, cada vez a más velocidad.
Una hydra pasa por mi lado pero en lugar de seguir avanzando empuña su látigo y empieza a golpearme con él. Rujo de dolor.
¿Qué he hecho mal?
El látigo me araña con fuerza y me quema en la piel hasta hacerla desaparecer. No puedo volverme hacia Uriah aunque tampoco ayudaria que me mirase a los ojos mientras me azotan.
Un pequeño aunque redundante carraspeo nos obliga a todos a callar.
Gracias a ello, la hydra deja de sacudirme con el látigo y, en lugar de eso, me agarra un mechón de pelo del pescuezo.
- ¡Andando! - susurra.
A pesar del escozor que siento por todo mi cuerpo, me esfuerzo por marchar cual marioneta, dejándome llevar por los hilos, o mejor dicho, por los tirones que me va dando la hydra.
Camino lentamente y ladeo la cabeza nerviosa, buscando a Uriah con la mirada. Él me la devuelve y asiente con la cabeza, diciéndome con la mirada que todo va a salir bien. Pero él sabe que la realidad es que deberemos iniciar la lucha por separado. Se me eriza el pelaje a medida que me alejo de él y lucho por reprimir los destellos iridiscentes que brotan de mi pelaje.
La hydra me suelta el mechón de pelo y comprendo que debo detenerme. Miro hacia los lados, haciendo ver que husmeo el suelo y me percato de que me encuentro en primera fila.
A pesar de la profundidad en la que nos encontramos, el estruendoso ruido de los cañones incendiadores de los cabiros se hace presente y uno de los disparos suena tan cerca que hace temblar el suelo y provoca el desprendimiento de algunas piedrecitas del techo.
Me vuelvo en muchas direcciones en busca de Uriah, olvidándome por completo de fingir ser un animal despreocupado, pero ya no lo encuentro. No sé dónde está. Empiezo a temblar y me alarmo ante un destello iridiscente que hace el amago de chispear por todo mi cuerpo.
Mantener la calma ha de ser mi prioridad por el momento.
- Bien, soldados - reclama la reina.
Todos los mutantes, la mayoría desperdigados, vuelven sus cabezas hacia delante y yo tambien. Una figura esvelta, de mediana estatura y cabellos dorados hace que entre en estado de shock. Es entonces cuando mi mente estalla, cuando mi corazón se rompe en mil pedazos, cuando ya todo lo demás me da igual, dolor, angustia, miedo. Todo mi mundo se derrumba como un castillo de naipes tras el paso de un huracán.
Se encuentra sentada en un asiento plateado con el respaldar muy alto y coronado por estalagmitas de hielo que envuelven su silueta. Su corona, plateada y adornada con diamantes, brilla al igual que los estandartes de Sjraevha y su rostro destaca sobre los de las demás hydras puesto que es blanco como mi tez y no azul.
Retrocedo poco a poco, paso a paso, hasta que choco con un león greñoso que se encuentra en segunda fila, tras de mí. Éste enseña amenazadoramente sus fauces aunque apenas logro prestarle atención.
Esto no lo había previsto. Jamás lo habría previsto. Esto lo cambia todo, porque quién iba a sospechar de alguien tan cercano. Quién iba a pensar tal atrocidad de alguien de rostro tan afable. Y sobretodo, quién diría que el mayor de mis problemas, la causante de toda mi desgracia, la asesina en serie a la que he amado siempre iba a ser la malvada y temida reina de Sjraevha.
Los ojos de mi madre brillan con maldad hasta posarse sobre los míos.
ESTÁS LEYENDO
Igneous
AdventureEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...