Parte 2: Capítulo 3

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Capítulo III

Palabras ebrias

- ¡Lo haces mal! - me grita Symmus - Déjame que te enseñe.

Llevamos todo el día haciendo lo mismo y en más de una ocasión han tenido que deshacer lo que he hecho y repetirlo de nuevo. Enroscar, aceitar y colocar. Parece fácil pero para mí no lo es. Veréis, las manos de las chicas suelen ser finas, de dedos largos y uñas largas y cuidadas, pues bien: las mías rompen los esquemas. Mis manos son pequeñas, gruesas y llevo las uñas siempre perfectamente mordidas. Y, sin contar con los padrastros en los pulgares y los cayos en las gemas de los dedos centrales, lo único que tiene mi mano de femenino es la muñeca, fina y delgada. Symmus ha intentando explicarme un centenar de veces cómo hacerlo bien de mil maneras posibles.

Este coge una antorcha y me la da. Entonces se pone detrás de mí y me coge por los brazos, indicándome como hacerlo.

- Es así de sencillo, Deianira. No te recordaba tan poco espavilada - se burla.

- Creo que ya lo he pillado - le respondo con sarcasmo.

Nos giramos al mismo tiempo y me estremezco cuando su aliento choca contra mi nariz. Sym me mira a los ojos y seguidamente a los labios.

Sé de antemano lo que viene a continuación así que intento evadirlo. Creo que empiezo a entender las intenciones de Symmus y no voy a permitir que se salga del adjetivo "amigo".

- Me voy al lago para ayudar a arriar cabos, ¿vale?

- Te acompaño.

Genial. Es justo lo que quería, Sym, que me acompañaras.

Caminamos juntos envueltos en un silencio que antes creía inexistente para dos amigos que se conocen desde hace tanto tiempo.

- Bueno... - suspira Sym - Menudo viaje hemos hecho ¿eh?

- Sí, la verdad - respondo.

- Deia, déjame preguntarte una cosa.

Symmus me coge de un brazo suavemente y nos detenemos en medio de un camino pedregoso.

- ¿Qué? - pregunto riendome al ver que me mira fijamente a los ojos.

- Cuando decidiste ir a buscar a Darren - sugiere - ¿Por qué no me avisaste?

Sabía que esta conversación iba a tener lugar tarde o temprano.

- Iba a hacerlo pero no quería meterte en líos... En realidad lo hice porque pensé que no iba a llegar tan lejos.

Symmus se ríe y siento el calor que siempre he sentido cuando estoy junto a él. Es como un retazo de Vëersoyahr. Sin él, no sería lo mismo.

- Pero cuando conocí a Uriah, definitivamente no me arrepentí de no haberte avisado - añado entre risas - ¡La de veces que no lo contamos!

A Symmus le cambia la cara de golpe y tuerce el gesto.

- ¿Qué le ves a Uriah?

La pregunta me ha pillado desprevenida y me sube el rubor por las mejillas.

- Bueno, no sé, en ese momento no tenía a nadie más para que me ayudara... Y, bueno, me ha protegido durante todo el viaje y me ha salvado la vida en muchas ocasiones...

Symmus asiente y la conversación acaba. Seguimos caminando hasta que me percato de una cosa.

- Mmm... ¿Sym?

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