Parte 2: Capítulo 6

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Capítulo VI

El viento también trasnocha

Me concentro en dormir, pero no lo consigo. Abro los ojos sin dificultad y veo que Alanis está sentada masajeándose la frente con las dos manos. Uriah está de pie, fuera de la tienda, paseándose de un lado a otro. Symmus, en cambio, tiene el rostro hundido en la almohada y ronca plácidamente.

- ¿Tu tampoco puedes dormir? - me pregunta Alanis cuando me ve despierta.

Niego con la cabeza mientras me levanto.

- Qué suerte tienen algunos - dice Alanis señalando con un gesto a Sym.

Uriah se vuelve por un momento y me mira. Luego se sienta en el suelo y mira al cielo.

Oigo truenos en la lejanía. O quizás sean cañonazos.

- Han empezado a sonar desde hace una hora - explica Alanis.

Alanis continúa sin apartar la vista del cielo nocturno y noto como Uriah levanta la cabeza y se vuelve hacia nosotras.

- Antes han llegado unos sílfides y han dicho que antes de llegar al campo de batalla han caído siete.

Alanis devuelve la mirada a Uriah, alarmada.

- No - le responde a Alanis - De momento no saben nada de ellos.

Me levanto y me siento entre Alanis y Uriah. Ahora ambos miran al cielo.

Observo a Uriah: tiene el cabello alborotado como de costumbre. Tiene los brazos cruzados encima de las rodillas, que las tiene recogidas y un poco separadas. Observa afligido el cielo. Sus ojos negros parecen dos estrellas ante la luz de la luna que, en muchas ocasiones, se esconde entre las negras nubes que se mueven empujadas por un viento salvaje que se levantó poco antes de la primera vez que me he despertado, más o menos media hora después de habernos acostado todos bajo la lona de la tienda. Antes la presencia de Uriah me resultaba extraña, e incluso incómoda. Ahora me resulta tan familiar como la de mi propia familia.

Me asaltan a la mente las palabras de Alanis. Uriah baja la mirada y observa las montañas, pensativo. El viento nos azota la cara y Uriah cierra los ojos. En cuanto cesa la ráfaga, se gira y me sorprende observándole. Intento disimular pero no puedo. Mis ojos no se apartan de los suyos y los suyos se clavan reacios a moverse en los míos.

- No lluevas... - suplica Alanis al cielo mientras se apoya en mi hombro. Apoyo mi cabeza en la suya. Uriah bufa y esconde el rostro entre sus rodillas.

- ¿Crees que la lluvia llegará hasta Sjraevha? - pregunta Uriah en un susurro con el rostro todavía escondido bajo sus brazos, que amortiguan el sonido de su voz.

- Si lo hace, los cabiros están perdidos - pronuncia Alanis como si se tratase de una sentencia a muerte - Y los terrarios, también.

Pasan las horas y el cielo se nubla cada vez más y más...


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