Capítulo XVII
Cuentos infantiles
Avanzamos con dificultad por un camino cubierto de enredaderas y matorrales. Ya es mediodía. Caminamos en silencio hacia un desfiladero por el cuál se llega a una cascada que, según Alanis, podemos cruzar para evitar el camino que rodea todo el río. Caminamos durante horas. Estoy sedienta y me palpita la herida del estómago aunque eso es lo que menos me importa. No paro de darle vueltas a lo sucedido antes. Uriah encabeza la marcha con Alanis y Sym camina a mi lado, evitando sacar el tema aunque los dos pensemos en lo mismo. Siento dolor como si le hubiese decepcionado pero no es así. No sé lo que ha podido pasar en el claro del bosque, pero Sym jamás logrará recuperarse. Nuestra amistad se ha resquebrajado ya desde que huí de casa sin advertirle antes y ahora con esto... A medida que avanzamos, me tiemblan más las manos así que decido dejar la mente en blanco y encerrarme en mi verdadero propósito. Encontrar a mi padre ha de ser mi principal prioridad, sobretodo después de lo que ha pasado.
De pronto Uriah se desploma repentinamente delante de mí y queda de rodillas, agarrándose con fuerza la cabeza y encogiéndose.
- ¿Estás bien? - le pregunta Alanis agachándose junto a él al igual que yo.
Tiene el rostro blanquecino, como aquella vez cuando le dispararon.
- Sí, no es nada - dice con la voz temblorosa.
También dijo eso antes de desplomarse en el suelo. Alanis le toca la frente.
- Perdiste mucha energía por culpa de la lluvia. Descansemos un rato.
Me quedo mirando a Alanis con el ceño fruncido mientras le ayudo a levantar a Uriah del suelo. Pesa demasiado así que lanzo una mirada de reproche a Symmus quién se da vagamente por aludido y nos ayuda a cargar con él.
Alanis prepara un pequeño fuego a su lado y sobre él coloca una caldera donde improvisa con algunos ingredientes.
Luego se va en busca de piedras para limitar el fuego y yo decido acompañarla.
- ¿Por qué Sjraevha quiere inundar Veevarest? - pregunto al recordar las palabras exactas de mi padre. Tengo la vaga sensación de que ella sabrá algo al respecto.
Alanis frunce el ceño. Como sospechaba.
- No sé qué traman en Veevarest, pero quizás se deba a que hay más cabiros de los "deseados por las hydras".
- ¿No todos los de Veevarest son cabiros?
Alanis me mira enarcando una ceja.
- La mayoría si lo son... - responde - Pensé que le habrías preguntado a Uriah... ¿No te ha explicado nada?
Niego con la cabeza.
- Bueno, en realidad lo mejor es no saberlo. Si ni tus padres te lo han explicado significa que son inteligentes y saben los riesgos que eso comporta. Mucha gente conoce el término cabiro pero la poca gente que no, suele repeler al peligro.
- Pues a mí me ha causado justo el efecto contrario. Explícamelo- le exijo. Solo el hecho de pensar que mis padres me han estado ocultando cosas como si fuera una niña pequeña me enfurece.
- Los cabiros son la gente que controla el fuego, al igual que las hydras controlan el agua, los terrarios las duras rocas y los sílfides el viento.
- ¿Cómo controlar? - pregunto casi sin dejarle terminar la frase.
- Pues eso. Controlar un elemento. Mediante un flujo de energía que existe en la mente de algunas personas, no todas.
- A-ah, ah, vale - balbuceo al escuchar algo que seguramente ha tenido que repetir muchas veces.
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Igneous
AdventureEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...