Parte 2: Capítulo 9

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Capítulo IX

Secuestro

Despierto gritando. No recuerdo lo que he soñado, pero ha debido de ser horrible. Miro a mi alrededor; continúo presa en mi celda. Aunque es un poco distinta de lo que recordaba... Me incorporo y me dirijo hacia los barrotes pero justo cuando agarro dos de ellos con las manos se cuela sinuosa y sutil una hydra.

Al principio grito asustada y retrocedo, pero recuerdo lo sucedido la noche anterior: Uriah, Alanis y Symmus desplomándose en el suelo justo cuando hago salir como por arte de magia una columna de piedra de mi celda...

- Deianira - me llama la hydra con una voz serena y suave como el rumor de la lluvia - debes acompañarme.

- Qué les has hecho - le exijo.

- Tus amigos están bien. Solo les paralicé temporalmente. Como hice contigo.

- ¿Dónde estoy?

- En Sjraevha.

El corazón empieza a latirme con mucha fuerza y me estremezco. Abro mucho los ojos y miro a mi alrededor atónita. Me levanto de un salto e intento escapar sin acordarme de que estoy encerrada y que la hydra no utilizó ninguna puerta para entrar. Golpeo con rabia los barrotes y a continuación me agarro a ellos y apoyo la cabeza.

- Estás en nuestro fuerte, querida, yo que tú ni lo intentaría - musita.

- ¿Qué queréis de mí? - pregunto sin levantar la cabeza ni dejar de aferrarme a los barrotes para no caer desmayada.

- Queremos probar un invento contigo. Verás Deia, creemos que eres especial y querríamos comprobarlo de primera mano.

- ¿En qué consiste la prueba?

- Has de tomar una sustancia especial.

- ¿Y si no lo hago?

- Mueres.

No tengo opción. Parece que despierto un sucio interés en ellas y puede que eso me ayude a sacar cierta ventaja ya que me tienen recluida y no puedo escapar. Contando siempre con que no me hagan tomar veneno.

Sigo a la mujer sin intentar huir, aunque tampoco podría hacerlo ya que compruebo que las puertas y ventanas están blindadas.

Entro en una sala en la cuál esperan dos hydras más.

- ¿Esta es la hija de Darrenbrase? - sisea una de ellas.

- En efecto.

La otra hydra se muerde las uñas hasta hacerse sangre y me fijo en su afilada dentadura. Es repugnante.

- ¡Sí! - grita eufórica la tercera hydra - ¡Es la maldita niña del cobarde de Darren!

- ¡Ayer nos disteis guerra! - me explica la segunda con tono cruel - Pero te diré un secreto: no nos vencisteis. Habéis matado a más de la mitad de nuestro ejército pero solo habéis erradicado una décima parte de nuestro poder.

- Ven aquí, pequeña cabiro - me invita la hydra que vino a buscarme. ¿Pequeña cabiro?

Veo que en la sala hay por lo menos ocho fuentes de agua. Alzo la mano y hago estallar una.

Las tres hydras gritan ante la sorpresa y luego estallan en carcajadas.

- Perdón, quería decir pequeña hydra - se mofa la primera hydra.

Me acerco a ella y me indica que me siente en un sillón acolchado. Obedezco. Entonces me ofrece un extraño mejunge transparente, no mucho más espeso que el agua.

- Bebe - me ordena. Al ver que vacilo, me repite la orden más fuerte- ¡Bebe!

Han dicho que era un experimento, de modo que sello mis labios. Las dos hydras se miran entre sí y seguidamente se lanzan hacia mí, con las garras abiertas hacia mi cara. Después de unos cuantos arañazos y de haber intentado que abriese la boca, no consigo evitar gritar de dolor y entonces noto como la espesa bebida se cuela por entre mis dientes y resbala por mi garganta.

Cuando se termina el líquido, me sueltan y se apartan, observándome con los ojos muy abiertos, como si esperasen algo.

En un instante me mareo y vomito una substancia de un rojo tan oscuro que casi roza el negro. ¿Sangre?

-¿Qué es esto? - pregunto asqueada cuando acabo de echarlo todo.

- Tu perdición - sisea la tercera hydra mirándome por debajo de sus cejas.

Me limpio los labios y evito volver a mirar lo que he echado. Me muerdo la lengua con fuerza para olvidarme del sabor del mejunge y del olor que había quedado en la sala.

Me esfuerzo en reprimir mis arcadas sin éxito.

- Verás... Nuestras sospechas no iban mal encaminadas. Eres un caso muy especial, Deia.

- Estoy harta de vuestro ridículo juego de palabras, explicadme qué soy o soltadme ya de una maldita vez.

- Uy, la hijita de Darrenbrase se enfada - se mofa la segunda hydra.

- Controlas los cuatro elementos: el fuego, el aire, la roca y el agua. Y eres inmune a todos ellos.

- ¿Y qué va a suceder ahora?

La tercera hydra estalla en carcajadas.

- Que me vengaré de tu padre por haber matado a mi hermana.

- ¡Cállate vieja arpía o cuando tenga la oportunidad te llenaré la boca de plomo!

La tercera hydra me da un puñetazo en la garganta y me deja sin respiración. La segunda hydra la retiene lo suficiente como para calmarla.

- Deianira, eres una amenaza para nosotras - me explica la primera hydra ignorando a las otras dos hydras - en cuatro días será tu ejecución.

- Cerda repugnante... - le digo mientras le escupo en la cara - Por qué no me matas ahora.

- La reina ha de estar presente, querida.

Su amabilidad me corta la piel a tiras y aprieto los dientes con mucha fuerza pero sin éxito porque grito de la rabia. O quizás del pánico que siento. Van a ejecutarme.

La segunda hydra me pellizca el cuello y caigo. El fuerte choque contra el suelo es lo último que siento antes de perder el conocimiento.

Al día siguiente despierto en la celda de nuevo. Cada día, una hydra me ofrece un cuenco de agua. No me dan de comer. ¿Por qué me iban a dar de comer si me van a matar en unos días?

Pasan los días muy rápido y siento un profundo dolor en mi estómago. El segundo día me cuesta tragar el agua, ya que el hambre por primera vez me puede más que la sed. He vomitado en muchas ocasiones; no dejo de echar el líquido rojo oscuro hasta tres días después.

No sé por qué pero la noticia de mi ejecución no me afecta lo más mínimo. Quizás sea porque en el fondo sé que puedo escapar.

Y escaparé.


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