Parte 2: Capítulo 13

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Capítulo XIII

Conspiraciones

Los días pasan volando ante mis ojos. Llevamos una semana entrenando. Dos muertes más. De nuevo, los afectados son apenas unos críos. Noche tras noche tengo pesadillas y todas tratan sobre lo mismo: alguien muere... Por mi culpa.

He mejorado notablemente en la lucha cuerpo a cuerpo pero Alanis sigue venciéndome la mayoría de las veces.

- ¿Cuándo podré enfrentarme a las hydras? - pregunto a mi padre.

Él y Landrose se miran por un instante.

- En un mes estaréis listos.

- ¡Un mes es demasiado!

- ¡¿Crees que ya estás preparada, valiente?! - pregunta mi padre encabritado por mi insolencia. En Vëersoyahr esta clase de conducta en mi padre no era muy común y solo la empleaba cuando había cometido una falta gravísima. Aquí en Rhycund, esa conducta es de lo más habitual. Incluso ya ni me sorprende la agresividad en su mirada. Rose posa la mano sobre su hombro en el intento de calmar a mi furibundo padre.

- ¡Pues demuéstralo!

- ¡Lo haré! – le espeto - ¡Sabes que estoy preparada pero te da miedo dejarme en Sjraevha! ¡¿Es eso?!

- ¿Sí? - pregunta mi padre con una sonrisa maliciosa - Te enfrentarás a cada uno de tus compañeros en combate singular. Si tienes más victorias que derrotas, entonces tienes mi consentimiento.

Trago saliva y asiento.

- Empleaos a fondo - les pide a mis tres amigos - Si perdéis, limpiaréis el templo durante un mes... Con vuestra ropa.

Los tres me miran intimidados y Uriah y Alanis me sonríen como disculpándose antes de tiempo por lo que van a hacer a continuación.

"Será ruin..." pienso para mis adentros.

- Si vences como mínimo a dos de tus contrincantes, permitiré que vayas a Sjraevha.

Asiento y me coloco a un lado a la espera de mi primer contrincante. Alanis es la primera.

Nos colocamos en la posición inicial de combate.

- ¡Comenzad! – ruge mi padre.

En un abrir y cerrar de ojos, Alanis apuñala mi costado y me golpea con fuerza en la cara. Me he mordido el labio con el golpe y me limpio la sangre con el extremo de mi camisa.

Unas fugaces palabras irrumpen en mis pensamientos: "Solo te empleas a fondo cuando te enfureces".

Miro a Alanis. Espera en posición de defensa a que lance mi ataque.

"Empléate a fondo" pienso.

Fuerzo la vista y consigo que Alanis se convierta en una mancha borrosa.

"Concéntrate".

En lugar de sus ojos verdes, veo unos horribles ojos rojos y, en lugar de su angelical tez, una azulada piel de escamas le cubre el rostro. Su pelo rojo se tiñe de blanco.

"Ahora".

Me abalanzo sobre la hydra con toda mi furia y aunque consigue esquivar el primer golpe, no espera el segundo: de un manotazo, derrumbo a Alanis. Ella se masajea la nariz, que ahora le sangra por los dos orificios y me mira aturdida.

Me pongo encima suyo y empiezo a golpearle la cara repetidas veces.

- ¡Ya basta, Deia! - grita Symmus, que se dirige corriendo hacia mí.

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