Parte 2: Capítulo 2

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Capítulo II

Nuevos ropajes

A la mañana siguiente nos encontramos Alanis y yo acurrucadas bajo los gruesos pliegues de las mantas. La noche de hoy ha sido terriblemente fría. Alanis, a pesar de tener un año más que yo, es menuda y me recuerda mucho a mi hermano. Como echo de menos a Söda... Si supiera dónde y con quién me encuentro en estos instantes... Mi añoranza por él es interrumpida por unos golpes. Alanis y yo nos incorporamos a la vez y cruzamos miradas de incertidumbre.

Los ruidos provienen de la habitación de al lado.

- Oh oh... - masculla Alanis mirándome fíjamente.

Me quito las sábanas de encima y me levanto de un salto. El frío matinal me golpea como un martillo en todo el cuerpo y me paraliza por un instante.

- Imposible – mascullo – No se han peleado en toda la noche, ¿no?

Pego la oreja a la pared que separa nuestra habitación de la de los chicos y me estremezco al escuchar golpes repetitivos y cada vez más fuertes.

Aporreo la pared con el codo para no lastimarme los nudillos de las manos pero veo que los ruidos no cesan. Para Alanis la escena es muy divertida y en parte la comprendo; recién despierta, despeinada, con los mofletes y los párpados hinchados... Pero no puedo evitar preocuparme por ellos. Desde el principio no se llevaron bien pero jamás pensé que Symmus intentaría tirar a Uriah por una cascada. Es cierto que todos los aldeanos tememos y menospreciamos a los Salvajes y de hecho me juego el dedo meñique a que Uriah ha hecho lo imposible por no perder los estribos conmigo durante nuestro viaje a través del pantano pero, a pesar de todo, no es normal en Symmus desear la muerte de nadie. De un modo u otro debo averiguar la verdadera razón de su odio.

Abro la puerta y me dirijo a la habitación de al lado enfundada en el camisón que me ofreció Jack la noche anterior.

Al abrir la puerta de par en par me encuentro con Sym y Uriah durmiendo profundamente. Miro extrañada en todas direcciones, buscando algún resquicio de pelea pero no lo encuentro. Todo está tranquilo. De repente vuelvo a escuchar golpes. Uriah, masculla algo que no entiendo y golpea la pared con la rodilla. Bufo exasperada y vuelvo a mi dormitorio.

Al entrar de nuevo sobresalto a Alanis, a quién sorprendo pegando la oreja a la pared que compartimos con la habitación de al lado.

- Esos golpes...

- Es Uriah, está soñando. Siguen durmiendo -le explico mientras vuelvo a mi lado de la cama.

- No pretendo ser desconfiada pero me extraña que hayan pasado la noche sin peleas - comenta Alanis mientras bosteza.

Yo asiento en señal de acuerdo y me tapo con la manta mientras los imagino hablando con total naturalidad.

Pasa un rato y no consigo cerrar los ojos. Pienso que quizás se debe a la presión que noto en los cortes así que, sin moverme demasiado, me saco el corsé de gasa y me palpo las cicatrices: Rose tenía razón, se me han curado y ya no me supuran.

- No consigo volver a dormir - ronronea Alanis mientras se estira y emite un sonido gutural.

Me levanto de nuevo y me asomo por la ventana. El sol apenas asoma por las montañas, pero el cielo, de un rosado matinal, ya está cubierto de la luz suficiente como para empzar a desperezarse y comenzar un nuevo día. Oigo el crujir de puertas al abrirse y veo aparecer a mi padre y a Jack, que se han levantado ya y empiezan a encerar antorchas y las cachas betadas de las ballestas de los sílfides.

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