Parte 1: Capítulo 9

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Capítulo IX

Estampida

Las tejas son incómodas y se clavan en los músculos entumecidos de mi espalda. He de incorporarme lentamente para no sentir dolor.

Uriah ya está despierto y asomado con el cuerpo pegado al tejado. Me pregunto si se habrá molestado en dormir.

- Siguen ahí - dice al percatarse de que ya estoy despierta mientras se levanta y me mira con el ceño fruncido y acercándose con pasos amenazantes.

- Pues no perdamos más el tiempo - respondo sin dejar de mirarle.

Al ponerme en pie a su lado me doy cuenta de lo enorme que parece él a mi lado. Uriah tiene la corpulencia y la altura de mi padre. A veces me pregunto si Uriah tendrá mi edad o la suya.

- Nos verán.

- El problema es que te vean a ti.

Entonces se me ocurre algo. No estoy muy segura de lo que voy a hacer, pero hago un gesto a Uriah y le digo que espere a mi señal para pasar.

- ¿Qué vas a hacer?

Miro a Uriah y mi mirada se desliza a su machete. Me acerco a él y desenfundo el machete de su cintura. Uriah me mira sorprendido.

- Devuélvemelo.

- No - suelto. Le iba a explicar lo que tenia en mente pero al ver la desconfianza en sus ojos mi boca se sella con gusto ahorrándose explicaciones.

Empuño el arma y me hago varios cortes a lo largo de mi vestido hasta que parezco una harapienta mendiga.

Uriah arruga la nariz y me mira como si estuviera loca, cosa que me incita a mantener en su rostro la incertidumbre.

Agarro el arma por la parte cortante y rasgo la palma de mi mano. Me hago un pequeño corte en la frente y dejo que gotas de sangre broten de él. Con la mano ensangrentada, mancho mi ropa.

- ¿Qué tal? - pregunto a Uriah girando sobre mí misma.

- Das pena - me informa amablemente.

- Bien - le agradezco por su sinceridad - Este traje era perfecto...-me lamento.

- No tenemos todo el día - responde exasperante.

Asiento y desciendo por la pared trasera de la casa, ignorando su gesto de impaciencia. Aparezco cojeando por el camino, pero los soldados no se percatan de mi presencia. Miro a Uriah, quien arquea una ceja como gesto de burla. He de exagerar más.

- ¡Socorro! ¡Por favor!

Ahora sí. Unos cuantos soldados cruzan la frontera y vienen en mi ayuda.

- ¿Qué haces aquí? - pregunta uno de ellos - Deberías estar como todos en Veevarest - me riñe.

- No pude hasta hoy, por mucho que lo intentase...

- ¿Te han raptado las hydras? - pregunta asustado uno de los soldados.

No tengo tiempo para pensar en una respuesta cuerda. Si tardo demasiado, se notará que miento pero juego con la ventaja de que estoy herida y desorientada. Como tampoco sé lo que son las hyndras, decido no jugármela.

- No... Escapé... Pero tropecé y me caí, y...

Uno de los guardias pide refuerzos.

"Bien, bien, bien, bien" pienso. Miro a Uriah por el rabillo del ojo. No parece impresionado o por lo menos finge no estarlo aunque supongo que mi capacidad de mentir no es alentadora si cree que puedo utilizarla en su contra.

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