Parte 2: Capítulo 8

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Capítulo VIII

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- ¿Deia?

- ¡Alanis! - grito abalanzándome sobre las rejas.

Alanis se retira asustada. Me quedo boquiabierta. Me teme. Piensa que soy una hydra como todos los demás.

- Por favor, perdónala- me pide Symmus.

- ¿Tú me crees? - le pregunto esperanzada.

Symmus no responde y me derrumbo al suelo desesperada, escondiendo mi rostro entre mis manos.

- Escúchame, Deia - me pide Symmus - No es que no te crea, pero recuerda que las hydras son muy inteligentes y dime... ¿Por qué no ibas a ser tú una de ellas?

Callo. Tiene razón, maldita sea. La tiene.

- ¿Hay alguna forma de demostrar lo contrario?

- Dentro de poco convocarán una reunión para hablar sobre ti, pero... Deianira... Te vimos. Vimos como atacabas a la hydra con agua. Controlas el agua, eso está claro. En caso de que seas una hydra - hace una pequeña pausa mientras niega con la cabeza - no permitiremos, ni yo ni Alanis, que te hagan daño... ¿Me oyes?

Asiento. Sym me conoce y, aunque le asalta la duda, no dejará que me hagan daño. Sabe que no soy una de ellas. Estoy segura de ello.

- Será mejor que os vayáis, no sea que piensen que os he contagiado - escupo con desdén.

Alanis sonríe y se acerca a la celda. Yo me levanto. Ella mete una mano entre las rejas y yo se la agarro con fuerza.

- No llores, Deia - me pide - te sacaremos de aquí.

Asiento, esta vez con lágrimas en los ojos. Ellos se vuelven y se dirigen hacia la salida.

- ¡Esperad! - les pido al recordar una cosa - ¿Jack...?

- Está muerto. Lo hemos enterrado hace una hora. Es por eso que no hemos venido antes - explica Alanis apesadumbrada- La hydra llegó aquí desde Sjraevha agarrada al casco del barco. Nadie la vió venir...

- ¡Esperad! ¿Y mi padre?

- Deia, tenemos que irnos - se apresura en decir Sym cuando escucha que alguien pronuncia su nombre.

Asiento y me encojo en el suelo mientras escucho las pisadas de mis amigos alejarse. Jack era un muy buen hombre, siempre con esa vitalidad y lucidez en los ojos y con esa energía inagotable que levantaba el espíritu de cualquier persona... Miro a través de la pequeña ventanita de mi celda y observo como la gente va de un lado hacia el otro, guardando armas, limpiando las heridas de los soldados y puliendo sus armaduras.

El sol ya se esconde, aunque la estancia en la celda me ha parecido eterna.

No hay nadie vigilándome, así que decido por primera vez comprobar si realmente soy una hydra.

En la misma celda hay un cuenco de agua y dirijo la palma de mi mano hacia ella. Sin esfuerzo, consigo levantar todo el agua y dejo el cuenco seco.

Grito de frustración dejando caer el agua formando un charco alrededor del cuenco.

¿Cómo puede ser que sea una hydra?¿Una hydra nacida de un cabiro y una mujer normal? Imposible.

¿Soy, pues, una sirena? No. Las sirenas no controlan el agua, solo son controladas por las hydras. Entonces...

¿Qué soy? Espero que todas mis preguntas las tengan en cuenta en mi juicio.

Intento descansar y reflexionar sobre lo ocurrido. Al fin cae la noche y, con la llegada de esta, bajan las temperaturas. El charco que forme antes se convierte en escarcha y me hago un hobillo cuando mis dientes empiezan a castañetear irrefrenablemente. Oigo unos pasos que se acercan a mi celda. Me vuelvo.

- ¡Uriah! - grito mientras me levanto de un salto y corro hacia él.

Antes de que llegue hacia él, cuela sus dos brazos por las rejas y me envuelve con ellos. Choco mi frente con la suya.

- No entiendo que ha ocurrido, pero no me tengas miedo tú también, te lo suplico...

- No te tengo miedo. Me prometiste que no me temerías. Yo tampoco lo haré.

- Uriah, yo no puedo ser una hydra, piénsalo...

- Es lo que he estado haciendo durante todo el día.

Me sonrojo y miro hacia abajo.

- ¿Entonces? - pregunto ladeando la cabeza repetidas veces.

- Te protegeré, no temas por tu vida.

- No temo por mi vida precisamente...

- No harás daño a nadie.

- ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que no me voy a volver loca y voy a matar a alguien?

- No lo sé... Mmm... Deia, te he traído esto - dice mientras me cuela una manta.

- Te lo agradezco. Y gracias también por creer en mí.

Uriah evita mirarme directamente a los ojos.

- No...¡No! - grito eufórica lanzando su manta al suelo - ¡¿Tú tampoco me crees?!

- Entiéndelo, no puedo descartar todas las posibilidades...

Me vuelvo y alargo una mano en dirección a la escarcha que se ha formado. Esta se descongela y de nuevo formo un orbe de agua levitante. Seguidamente la poso con suavidad en el suelo.

Uriah ha retrocedido unos pasos.

- ¡Maldita sea, Uriah! - grito mientras clavo con todas mis fuerzas el puño contra la pared.

De repente, de la pared que he golpeado surge una gigantesca columna de roca que se alarga hacia la verja y la hace pedazos.

Uriah se echa a un lado justo a tiempo de que la columna no le golpee la cabeza y me mira asombrado. Alanis y Symmus entran alertados por el ruido.

Sym y Alanis caen súbitamente redondos al suelo. ¿Se habrán desmayado del susto?

A ellos, se une Uriah.

¡¿Qué está pasando?!

Grito con todas mis fuerzas, pidiendo auxilio. En el cuello de Uriah hay un pequeño dardo clavado.

De repente aparece una sombra y me sopla otro dardo en la garganta.

En seguida empiezo a sentirme asfixiada a la vez que soñolienta y caigo redonda al suelo.


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