Capítulo II
Mas cuatro...
Después de dos días caminando torpemente por sendas mucho más espinosas y enraizadas, decidimos acampar donde la otra vez, al borde de la esplanada, para tener una buena vista sobre el terreno. Dos días han pasado desde que mis amigos fueron asesinados. Aún así no desaparecen de mi cabeza. Llevamos estos dos días enteramente sin parar a descansar ni dormir. Quizás sea por remontar todo el camino que habíamos hecho antes de lo sucedido o simplemente que nadie quería dormir y dejar su mente en manos de la imaginación. El sueño se ha convertido ahora en un factor secundario y sin importancia, al igual que la comida. Excepto Sina, que duerme apoyada en mi hombro mientras la llevo en brazos, ninguno de nosotros conseguimos conciliar el sueño ya sea por el dicho insomnio o, en mi caso, por el ardiente deseo de vengarme de las hydras y darles donde más les duele: su reina.
- Uriah, encárgate de la hoguera - le pido cuando empezamos a instalarnos en la pequeña hondonada cercana al peligroso prado. Ya iba siendo hora de descansar después de tanto tiempo caminando. Todos arrastramos los pies y nadie se salva de unas profundas y amoratadas ojeras. Miro a Sina y siento lástima a la vez que arrepentimiento por no haberla dejado con Yeray. Espero que no haya tenido problemas en el viaje. Y sobretodo, espero que vuelva pronto y así pedirle que salve a Sina.
Uriah me mira y vacila durante unos instantes.
- ¿Uriah?
- No puedo...
- Oh... Vale está bien, ya me encargo yo - respondo al recordar que había perdido energía en el combate contra las hydras.
De un chasquido, enciendo un montón de troncos que empiezan a brillar débilmente. Es un verdadero fastidio hacer hogueras con troncos tan húmedos. En el pantano es mucho más fácil, aunque no realmente: solo hay ramas secas y adecuadas para hacer una hoguera en las zonas más alejadas del lago.
- Esta vez seremos más cautos y eligiremos nuestra ruta con precaución. Las hydras ya saben que estamos en Sjraevha...
Una risotada me sobresalta.
Es aguda y cruel.
Todos miramos alertas sobre los árboles que nos rodean hasta que un chorro de agua atraviesa la hondonada en la que nos encontramos y Matt la esquiva de milagro.
- ¡Corred!
Cojo a Sina y la cargo sobre mi espalda mientras a duras penas escapo de la emboscada. No corremos demasiado hasta que llegamos a la esplanada, donde otro grupo de hydras nos espera. Pero ya no siento miedo sino un odio inmenso. Entre todas, nos rodean, como una serpiente envuelve a su presa antes de comérsela. Y la presa se ha quedado sin fuerzas para seguir luchando.
- Escóndete - le pido a Sina al ver que ella aún puede escapar y esconderse en un tronco hueco que se encuentra a nuestra derecha.
Para mi alivio, ella obedece sin rechistar y nadie parece percatarse de su desaparición.
Matt empuña su pesada hacha y se coloca de espaldas a mí. Yo cojo mis cuchillos y los empuño con fuerza, en especial el que me regaló Symmus. Arqueo la espalda y retrocedo hasta que choco contra la espalda de Uriah. Uriah se mantiene inmóvil y desarmado por el momento, estudiando nuestra situación. Seguro que está contando cuántas hydras nos rodean, amenazadoras, con sus dientes amarillentos y afilados, y sus ojos reptilianos.
Las hydras giran a nuestro alrededor y nosotros tres, espalda contra espalda, nos mantenemos alertas a cualquier movimiento.
Mattson no aguanta un segundo más bajo tal tensión y se dirige hacia una hydra, hacha en alto.

ESTÁS LEYENDO
Igneous
AventuraEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...