Capítulo XVI
Pisadas rotas
No me atrevo a moverme. Debería haberlo detenido pero en lugar de eso encuentro mi mano aferrándose a su nuca y mi respiración entrecortada, como si acabara de recorrer cientos de quilómetros sin detenerme.
Retiro mi mano de inmediato y nos separamos lentamente. Nuestros alientos bailan entrecortados y cálidos entre los escasos centímetros que nos separan. Sus dedos se arquean en mis costados y aprietan con fuerza. Duele. Quizás se deba a que a él también le tiemblan las manos y quiere ocultarlo como hago ahora yo, aferrándome con tanta fuerza a la corteza hasta hacer sangrar mis uñas. Su olor de tierra y savia me envuelve por completo y mis ojos se pierden en la línea de sus labios, que se acercan furtivamente buscando los míos, tanteando, como si caminara descalzo por un suelo lleno de espinas. Atisbo un brillo en sus ojos, fijos en los míos y tan cercanos, justo antes de escuchar el crujir de las ramas secas a nuestro lado. Nos volvemos al mismo tiempo y mis fuerzas me abandonan para dirigirse a mi tez, seguramente enrojecida.
- Sym - suelto casi en un susurro.
- Ahora lo entiendo todo - dice sacudiendo la cabeza y mirándonos a ambos - Yo no te he seguido desde tan lejos para...- prosigue negando con la cabeza como si no encontrara la palabra adecuada para describir lo que acabo de hacer - esto.
Symmus se va caminando a zancadas.
- ¡Symmus espera!
Me escapo de entre los brazos de Uriah y oigo como a mis espaldas gruñe y golpea el tronco con el puño cerrado.
Corro con todas mis fuerzas, no por atrapar a mi amigo, sino para alejarme del halo de confusión que me envuelve como una serpiente a punto de devorar a su presa.
Llevo mucho más tiempo en el pantano que Symmus y aunque él es más hábil que yo, encuentro un atajo y llego unos segundos antes que él, de modo que logro interceptarle.
Le veo aparecer y me dirijo hacia él, como había planeado, pero me detengo en seco. Alanis aparece de pronto y avanza hacia mí. Ella. La que envió a aquella gente a matarme. Mis pies se clavan en el suelo y pierdo de vista a Symmus. Alanis se detiene delante de mí. Mi corazón palpita con fuerza a causa de la carrera y solo oigo el sonido de mi respiración.
Recojo un pedrusco del suelo y me dispongo a lanzarlo pero Symmus aparece a mi lado como una exhalación y detiene mi mano. Yo forcejeo gruñendo como un animal pero él aprieta con tanta fuerza que dejo caer el pedrusco. Él nunca había tenido que usar la fuerza conmigo así que esta faceta suya es completamente nueva para mí.
- ¡Ella no te ha hecho nada! - grita gruñendo ante el esfuerzo de detener mi mano.
Empujo a Symmus y me abalanzo sobre Alanis, quién grita sorprendida.
En seguida Symmus me agarra por detrás y me aparta de ella. Yo pataleo en el aire furiosa.
- ¡¿Qué le habéis hecho a mi padre?! - no dejo de gritarle. Siento una mezcla de furia y dolor en el vientre por las sacudidas que doy en el aire.
- ¡Deianira! - grita Alanis con las manos en alto.
Callo jadeante y extasiada e intento mantener la calma. No. Más bien estoy exhausta y dolorida por mis heridas todavía sin curar, así que la escucharé para reponer fuerzas y alimentar mi euforia. Después de eso entraré en un estado de frenesí y más le valdrá aferrarse a su alma porque de ella no quedarán más que los huesos. ¿Cómo he podido antes sentir compasión por ella? Debería haber apartado a Uriah para estrangularla yo misma.
Siento una puñalada en el estómago y en seguida me arrepiento de haber pensado así. Llevo demasiado tiempo con Uriah.
- Esa gente que te atacó esta noche no eran Salvajes de mi poblado.
- ¡¿Y cómo puedo creerte?!
- Deia. Antes de atacarte, mataron a toda mi gente. Solo sobreviví yo.
Dejo de hacer fuerza y callo, bajando la vista avergonzada. Por su gesto de culpa sé que está en lo cierto, cosa que logra confundirme.
- Fui en vuestra búsqueda poco después de que os marcháseis, y fue entonces cuando me topé con tu amigo Symmus.
- Es lo que te intentaba explicar, Deia - me riñe Sym - Me explicó lo ocurrido mientras tu te morreabas con...
- ¿No pudisteis defenderos? - pregunto, ignorando el doloroso comentario de mi amigo, aunque sinceramente bien poco me importa. ¿Por qué debería darle explicaciones? ¿Por qué me está afectando tanto ese comentario? Escondo las palmas de mis manos para controlar los temblores que siento de pronto.
- No pude evitarlo. Eran muy fuertes y nos pillaron por sorpresa.
- Entonces... ¿Quién los ha enviado? ¿Quién quería haceros daño?
- Las hydras.
- Hydras - repito.
No es la primera vez que escucho ese nombre. Quiero que Symmus me suelte para saber más acerca de ellas pero una nueva presencia me detiene a hacerlo. Uriah aparece entre la maleza. Nuestras miradas se cruzan por un instante que parece eterno y después arrastra la mirada hacia Alanis y finalmente hasta Symmus. Se ha quedado completamente petrificado, como si se hubiera encontrado con un perro rabioso al que no quiere enfadar. Siento todavía el calor de sus labios persistentes en los míos y aprieto las palmas de las manos cuando los temblores se vuelven incontrolables.
- Suéltala - ordena a Symmus sin apartar la mirada de mí.
Symmus vacila durante unos segundos inacabables, mirando con odio a Uriah y después me deja ir. Entonces me adelanto hacia Alanis. Quiero preguntarle tantas cosas... Miro de reojo a Uriah. No me quita el ojo de encima y me mira de un modo... Especial. Le brillan los ojos. Aparto la vista de inmediato antes de que se percaten del efecto que produce sobre mí.
- ¿Qué quieren de mí?
- No lo sé...
- ¿Esas personas que me han atacado eran hydras?
- No lo sé - repite, esta vez frustrada.
De pronto me doy cuenta de que estoy agobiándola y poso mi mano en su hombro para transmitirle algo de paz.
- Esto es más serio de lo que pensábamos - explico dirigiéndome a Uriah a la vez que intento mantener la compostura bajo el yugo de su mirada - Debo encontrar a mi padre cuanto antes- prosigo mirando esta vez a Sym.
- Deja que os acompañe - me suplica Alanis casi sin dejarme terminar - os puedo guiar por un camino mucho más corto, yo... No tengo a donde ir.
Asiento sin dudarlo, sin dar tiempo a que la lástima brote a través de mis vías lacrimales, y le ofrezco mi mano en señal de acuerdo. Ella acepta mi mano sin más demora. Me seco la palma de la mano antes de ofrecérsela y el tacto con su mano hace que me estremezca. La pobre chica no ha tenido la culpa de nada, sin embargo esto lo sé desde hace demasiado poco y con el tacto de su mano aparece un flash en mi memoria de Lynne apuntándome con un cuchillo en la cara. Retiro la mano de inmediato y cuando me doy cuenta intento disimular y me vuelvo hacia Symmus.
- ¿Y tú qué haces? - pregunto en tono desafiante, dejando clara mi postura.
- Yo te seguiré hasta el final - dice mientras fuerza una sonrisa, volviendo a ser el Symmus de siempre, cosa que me alivia o quizá no tanto. No ha olvidado lo que ha pasado y no lo piensa olvidar jamás. Siento como si una puerta se cerrase entre nosotros hasta que continua hablando – Así mantendré a ese Salvaje a ralla.
Emprendemos la marcha. Me dirijo hacia el lago, recordando la ruta que Uriah y yo planificamos, pero Alanis me corrige.
- Llegaremos más rápido por allí - explica, señalando un camino que atraviesa la parte más frondosa del pantano.
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Igneous
AdventureEn los cuatro reinos se avecina una guerra. Y Deianira, una joven alocada que vive sin preocupaciones en un pequeño pueblo a las afueras de una gran ciudad, no sabe que será la detonante de esa guerra. Sus decisiones la llevarán a dejar todo lo que...